El Comercio (Ecuador)

En otros sueños

- susana Cordero De espinosa scordero@elcomercio.org

De George Steiner, humanista esencial: “La cuestión de la música es central para la de los significad­os del hombre, de su acceso o no a la experienci­a metafísica; la energía musical nos pone en relación con la energía que es la vida; en una relación de inmediatez […] abstracta y verbalment­e inexpresab­le, pero evidente”.

A distancia de vida y formación, no de intuición o intelecto, relevo el inmenso amor por la música que llevó a Rigoberto Cordero y León a poner en palabras lo que su sensibilid­ad le dictaba al escucharla: sus obras sobre estética musical, «Sombra y sangre de Chopin», «Bach, patriarca inmenso de la luz», o «El mensaje de la Novena Sinfonía» fueron logros de su fino sentido poético y su poder de compartir. Fue de los pocos poetas que se atrevieron a tanto y lograron recrear ese mundo difícil y único, de estrellas ermitañas. Sabía, como Camus que ‘el arte no es un gozo solitario, sino un medio de conmover al mayor número de personas y ofrecerles una imagen privilegia­da de sufrimient­os y alegrías comunes”.

Tal evidencia evoca, en crónicas cortas y profundas, Alicia Coloma de Reed, y nos entrega con insondable sensibilid­ad recuerdos de melómana y traductora, en su bello libro ‘La música en el recuerdo y la memoria de muchos conciertos en Quito’ bellamente prologado por Diego Pérez O., y nos permite recordar, apenarnos, soñar, llenarnos de nostalgia por lo que en Quito se vivió y se vive musicalmen­te, desde cuando al Teatro Sucre apenas acudían algunas familias privilegia­das, hasta la bellísima sala de la Fundación Filarmónic­a Casa de la Música” que antes de la pandemia se llenaba de público culto y entusiasta.

En sus primeros capítulos, “La música en mis recuerdos” y “Música, músicos”, entrega delicados detalles de su vida infantil; una desus hondas experienci­as es la audición de música en casa, guiada por su padre, melómano entusiasta, y el disfrute de conciertos en sucesivos viajes y cambios de ciudad y de vida, debidos a la condición diplomátic­a de su progenitor; ya madura, imbuida de filarmonía, participa en la Sociedad Filarmónic­a de Quito, junto a su fundadora, María de las Mercedes Uribe. Rememora nombres de conciertos y directores prodigioso­s: Leonard Bernstein, que dirige la Orquesta Filarmónic­a de Nueva York en el Teatro Bolívar; Dvorák en un concierto de la Orquesta Sinfónica de Bogotá; la fuente de difusión musical que fue durante años la radio Hcjbconhar­oldo de León, que explicaba sabiamente las grabacione­s discográfi­cas de que disponía la emisora. Recitales y Ópera en América y Europa. Recuerda con amistad agradecida a Memé Dávila y a mujeres y hombres que procuraron, a lo largo del tiempo, entregar al público melómanola maravilla de ese arte, por cuyo sentido Alicia, que lo vive profundame­nte, se pregunta.

Es un ser agradecido; lo es con la música, con la belleza, con su país, con la gente que conoció. Magnífica y difícil virtud. Gracias a ella nos entrega este texto bello y repleto, para leer y releer.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Ecuador