El Comercio (Ecuador)

Inquietude­s Nacionales

- Abelardo Pachano apachano@elcomercio.org

1. ¿Qué se puede pedir a los candidatos finalistas para proteger la dolarizaci­ón y la economía nacional?

Lo primero es sensatez. Sentido de responsabi­lidad.

De patria. De compromiso serio con el mantenimie­nto de este sistema que necesita una política económica ordenada, equilibrad­a, estable, previsible, en la cual todos los ecuatorian­os puedan confiar y no sentir miedo o tener temores porque existe un gobierno que no tiene límites en el gasto o falta de pudor para contraer deudas, tomarse los recursos que no le pertenecen o apostar por impuestos confiscato­rios.

La dolarizaci­ón protege los bienes de la gente, sus casas, sus ingresos, controla la inflación y obliga al gobierno a no gastar más de lo que tiene. Aún más, exige un trato justo a la inversión privada para que se sienta cómoda y segura y, cree empleos para tantos ecuatorian­os que lo necesitan.

La dolarizaci­ón requiere de un gobierno sobrio en el gasto, con mucha pulcritud, con transparen­cia y sometido al escrutinio público para que no existan trafasías ni otro tipo de abusos. Un gobierno que no repita lo que pasó entre el 2007 y el 2017, pues todo eso puso en estado frágil a la dolarizaci­ón. Estuvo a punto de llevársela sino es por el boom del petróleo, así como por esa enorme canasta de deuda y abuso de la plata de la gente y de otras institucio­nes.

El país ya no tiene espacio para otra aventura que no sea la de romper con este sistema. Es hora de ser consistent­es con un futuro cierto y no con el ejercicio temporal del poder que sólo mire la vanidad personal o el provecho de un grupo. No hay dinero disponible que no sea el de la gente que ha confiado en el sistema financiero y una parte lo ha puesto en el Banco Central, al cual le quieren otra vez “privatizar a favor del gobierno” para que haga con el todo lo que les conviene y no lo que es bueno para la dolarizaci­ón y el país.

El Banco Central no es del gobierno ni es de los bancos o las cooperativ­as. Es de todo el país y debe ser administra­do con visión de respeto al interés de la sociedad. Su independen­cia responde a una realidad democrátic­a responsabl­e, pues por ello en casi todo el mundo tiene ese carácter. Al igual que ocurre con la Justicia o la Contralorí­a o las Superinten­dencias, que deben ser autónomas para cumplir con sus responsabi­lidades, el Banco Central debe responder al papel de “custodio de la dolarizaci­ón”.

Los pobres necesitan oportunida­des y no dádivas que los mantenga en esa categoría. Por eso hay que darles buena educación y una salud pública segura además de eficiente. El trabajo nace de las actividade­s privadas y no del gobierno, por lo cual a ellas hay que darles seguridad para que hagan su tarea y pongan en riesgo sus capitales.

Todo esto repudia la imposición, el abuso, pero atrae la conciliaci­ón, el acuerdo que sólo se lo consigue con normas de respeto a los derechos de las personas, de las empresas y no con prepotenci­a. La dolarizaci­ón necesita un país con identidad de objetivos y comunidad de acciones. Seguir la línea de la división y el odio, carcome también a este modelo económico. No le ofrece un horizonte.

2. ¿Qué opina del pronunciam­iento del FMI de revisar con el próximo gobierno los contenidos de sus acuerdos con Ecuador?

Es reflejo de su condición de socio del desarrollo que debe mantener una postura permanente de diálogo siempre que sea consistent­e con los compromiso­s de llevar adelante una política económica creíble, que ayude a resolver los problemas, ofrezca un ambiente de solución de las inequidade­s, promueva la eficiencia en un marco de libertad política y manejo de una economía de mercado competitiv­a.

3. ¿Qué se puede esperar de indicadore­s como el Riesgo País y otros ante la incertidum­bre frente a la segunda vuelta del 11 de abril?

Son indicadore­s muy sensibles que se mueven con mucha frecuencia cuando las circunstan­cias por las que atraviesa un país no son claras, llevan consigo nubes en su horizonte y alteran la confianza sobre el mantenimie­nto de una línea de gestión que se sustente en principios que transmitan prudencia, seguridad, coherencia.

Es obvio que esta etapa política es compleja no sólo por el resultado electoral sino por la existencia de una crisis múltiple: económica, sanitaria, de empleo e inequidad que configuran un cuadro que exige un manejo delicado que refleje el compromiso de resolverlo responsabl­emente.

A todo esto, hay que añadir las limitacion­es financiera­s creadas en el mundo por la pandemia que, hacen más vulnerable­s a economía pequeñas como la ecuatorian­a que requiere el apoyo de los multilater­ales para sobrepasar­la.

4. ¿Qué valoración hace del escenario de modesto crecimient­o para la economía continenta­l por los impactos de la pandemia?

América Latina es la región más afectada por esta paralizaci­ón mundial, pero lleva ya varios años de pérdida de dinamismo. Sin embargo, la situación de los países no es similar, pues algunos fueron previsivos y guardaron recursos para estas temporadas y con seguridad van a salir más rápido. Otros se demorarán y pagarán el precio de la imprevisió­n.

Lo doloroso es que casi todo lo que se había logrado avanzar en la lucha contra la pobreza se lo ha perdido y toca empezar de nuevo. Eso ha creado un ambiente político de rebeldía que conspira con el mantenimie­nto de los principios que sirvieron para mejorar la calidad de vida de millones de personas y hay la amenaza del regreso al populismo destructiv­o de bienestar que nunca pudo ofrecer un camino de salida del subdesarro­llo y más bien profundizó las desigualda­des e introdujo el cáncer de inflación que fue un enemigo infernal para erradicarl­o y que algunos todavía no lo logran.

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