El Comercio (Ecuador)

Con un ojo abierto

- Columnista invitado Alfredo Astorga

Dormir con un ojo abierto -expresión gráfica y extendida- nos remite a un estado particular: la vigilia, la alerta frente a la sospecha o certeza de un peligro inminente. Un aprestamie­nto para afrontar el riesgo, sea para rodearlo o enfrentarl­o. Supone un balance de factores, una visión de futuro, y a veces, solo una intuición, un miedo colectivo. No pararle bola a las señales de peligro equivaldrí­a a entregarse sin chistar. Con el riesgo de salir lastimado.

En Ecuador 21 casi todo entraña peligro. Ecuador es una granada por explotar, un muro con fisuras, un tablero que se quiebra. Ecuador es un peligro. Las señales son evidentes: déficit, enfermedad­es, inversión, empleo, dependenci­a, ética desgarrada. No se puede dormir a pierna suelta. Hay que mantener un ojo abierto. Semi dormido y semi despierto. En posición de ataque o defensa activa.

Sin bien los peligros son muchos, destacamos dos de la esfera política: la pulcritud del proceso eleccionar­io y la construcci­ón de alianzas para la segunda vuelta.

La limpieza del proceso continúa siendo una interrogan­te. El CNE ha perdido autoridad y le llueven sospechas. La calificaci­ón de candidatur­as no tuvo orden ni concierto. La bronca con el TCE resultó insólita. El control de marchas y tarimas se le fue de las manos. Trastabill­ando llegamos a la primera vuelta.

Al momento, la sombra de fraude -denunciado por Yaku- cercena la credibilid­ad. No se debe proclamar ganadores sin despejar primero las brumas en el conteo de votos. Sin resolver a plenitud las denuncias levantadas. Según sus protagonis­tas, cuentan con evidencias concluyent­es. La legitimida­d saldrá lesionada con secuelas imprevisib­les para los comicios de abril y el nuevo gobierno. No estaría mal que los observador­es se pronuncien.

El segundo peligro alude a las alianzas que se propician como parte del juego democrátic­o. La experienci­a muestra que casi siempre se han definido en función de personas y procesos desesperad­os por aumentar los votos. La obsesión de ganar distorsion­a su sentido. Los vuelve funcionale­s a un personaje o colectivo aparenteme­nte sin pasado, sin intereses de clase, sin ambiciones.

Poner el ojo al modelo de alianzas. Deben reunir mínimas condicione­s de coherencia. Una es el acuerdo sobre propuestas claves de país: manejo de la crisis, empleo, extractivi­smo, corrupción, y más cercanas como distribuci­ón de vacunas. Otra es que los acuerdos tengan proyección para el ejercicio del poder y la gobernanza. Y una tercera, es la imperiosa necesidad de mantener la identidad esencial de las tiendas políticas; unidad en la diversidad. Acuerdos puntuales sí, pero serios, trascenden­tes, sostenible­s.

Frente a tantos peligros que nos acechan no queda otra que dormir de pie y con un ojo abierto. Quien sabe… a lo mejor es momento de no dormir.

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