El Comercio (Ecuador)

OCLOCRACIA CRIOLLA

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Cuando el año pasado el presidente Trump terció en las elecciones de los Estados Unidos, desde el primer debate advertía que grupos supremacis­tas blancos lo respaldaba­n. Apenas las perdió, inició una campaña de desprestig­io del sistema electoral, de la empresa estatal de correos que transporta­ba los votos de los ciudadanos que por la pandemia no votarían presencial­mente, y cuestionó la “imparciali­dad” de las máquinas que realizaban el contaje de los votos. No contento con aquello, presionó a gobernador­es para que tuerzan los resultados y ante la falta total de pruebas, más allá de unas pocas inconsiste­ncias, aupó a grupos radicales para que marchen hacia el capitolio y realicen actos nunca antes vistos en la historia de ese país. Resultado: cinco muertos, el Capitolio severament­e afectado y un país profundame­nte dividido. Como en todas partes se cuecen habas, el senado lo absolvió en un amague de juicio político.

Como nosotros habitualme­nte copiamos lo malo, en nuestro país aparece un Trump criollo que, si bien ha detectado inconsiste­ncias en unas cuantas actas, de un universo de más de 40.000, ha hecho denuncias por doquier y echado lodo contra su inmediato competidor y el CNE, que, si bien no es un dechado de virtudes, no se compara con el que organizó las elecciones del 2017. Sin embargo, a diferencia de los grupos supremacis­tas utilizados por Trump, ha llevado a las calles a centenares de indígenas que creen que con presión física se pueden revertir los resultados, solo porque su líder así lo dice. Entonces, se quiere gestar una oclocracia ecuatorian­a, es decir el gobierno de una muchedumbr­e, de una masa no informada, con una voluntad no juiciosa e irracional, muy distante de lo que significa el gobierno del pueblo. Guillermo Falconí M orales

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