El Comercio (Ecuador)

El sacerdote Riccardo Cecobelli anunció en pleno sermón que se había enamorado de la catequista de la parroquia.

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El padre Riccardo Ceccobelli dejó atónitos a los feligreses de su parroquia de San Felice di Massa Martana, en el centro de Italia. El domingo 11 confesó al final de su sermón que colgaba los hábitos por amor a Laura.

Dijo que estaba siendo honesto con sus sentimient­os. “Mi corazón se enamoró. Nunca he tenido la posibilida­d de traicionar las promesas que hice, pero quiero intentar vivir este amor”, dijo.

Laura es catequista de la parroquia. Se conocen desde hace cuatro años. Y todo el pueblo sabía que entre los dos había algo más que cercanía eclesial. Pero el cura ha asegurado que nunca faltó al voto de castidad ni a la promesa de ser sacerdote hasta el final.

Ceccobelli creyó que podía controlar ese sentimient­o que terminó siendo irrefrenab­le desde septiembre del año pasado.

“Hice todo lo posible para mantener la situación bajo control, te lo juro. Esperaba que encontrara novio, pero cada día que pasaba iba de mal en peor. Una noche sentí con fuerza la necesidad de llamarla por teléfono. No podía dormir sin escuchar su voz. Cuando ella respondió, dije: ‘¿Hola? Hola soy yo’. E inmediatam­ente después sentí un bienestar, una gran paz dentro de mí. Y me quedé dormido”, dijo Ceccobelli, de 41 años, al Corriere della Sera.

Laura, quien además es enfermera y tiene 26 años, dijo que “todavía queremos quedarnos en la Iglesia, si hay reglas que respetar queremos hacerlo, sin causar escándalo”.

El obispo Sigismondi de la diócesis de Todi, le dio su bendición: “de haberse quedado en la Iglesia, habría sufrido, ya que no estaba siendo coherente con sus intereses verdaderos, entre ellos poder vivir el amor que ahora mismo está sintiendo”.

No es fácil para un sacerdote de vocación -que excluye a aquellos sobre los que no pesan los abusos sexuales a niños- renunciar a lo que pudo haber sido su sueño de infancia. Para ser un sacerdote, los estudios puedendemo­rartanto como si quisiera ser médico, dependiend­o de la Orden ocongregac­ión a la que pertenecen. Además, hay una consagraci­ón con votos de obediencia, pobreza y castidad.

También es difícil para las mujeres. “Algunas personas me ven como el diablo, algo sucio”, dijo una que se juntó con un sacerdote en 2014.

Aunque ahora el catolicism­o vive un nuevo capítulo de oscuridad con los abusos sexuales, una de las causas fundamenta­les para la crisis sacerdotal ha sido el voto de castidad, que se impuso en el siglo XIV. Muchos la consideran contranatu­ra. Además, se cree que a la Iglesia le preocupaba perder sus propiedade­s con los herederos de los sacerdotes.

El Vaticano, en aquellos años, sostenía que era por la degradació­n moral del clero. Y ya en el siglo XX, Paulo VI explicó en una encíclica que, según la tradición judía, los sacerdotes que sacrificab­an al cordero debían mantenerse castos durante un período de tiempo. Al hacerlo diariament­e en la eucaristía al “cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, la castidad era necesario de por vida.

No son pocos los enamoramie­ntos de sacerdotes y mujeres, y menos los de hombres con monjas. A San Francisco de Asís, considerad­o en la hagiografí­a como ‘el otro Cristo’, se lo suele representa­r con una calavera. Necesitaba recordar que la belleza de la carne era efímera.

Francisco tenía debilidad por las mujeres. Era un ‘playboy’ antes de su conversión. Y siempre tuvo tentacione­s. Sus biógrafos cuentan que se tiraba desnudo sobre la nieve para frenar sus impulsos y la debilidad de la carne.

Lo de Ceccobelli sin duda es una nueva llamada de atención. La crisis de vocaciones sacerdotal­es va en aumento. Y la castidad es una causal.

Editor (I)

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