El Comercio (Ecuador)

El sociólogo Julio Echeverría alerta que la pandemia no se resolverá con vacunas.

Julio Echeverría / Sociólogo

- Santiago Estrella Garcés Editor (I)

Los encierros por la pandemia han generado diversas reacciones y han puesto al ser humano a revisar su existencia. Muchos han producido conocimien­to, como es el caso del sociólogo Julio Echeverría, quien publicó recienteme­nte el libro Pandemia.

No es el único académico que ha escrito sobre la pandemia...

La misma pandemia obligó a estar encerrado, enfrente de la pantalla y a tipear las reflexione­s. El libro, en alguna medida, recoge esa secuencia temporal de la expansión del fenómeno a nivel global

¿Y qué descubrió?

A nivel de impacto sobre las personas, modificó las rutinas cotidianas. Esta irrupción creció en las redes sociales, que se convirtier­on en el espacio idóneo para la comunicaci­ón interperso­nal. Creo que hasta ahora no se ha reflexiona­do suficiente­mente sobre el impacto que va a tener en las mentes, en los comportami­entos, en las formas de pensar.

¿Cuál va a ser el impacto?

Por un lado, afecta las condicione­s de la emocionali­dad del encuentro entre las personas, a los gestos, a las miradas cercanas. Es una afectación cuasi insoportab­le. Hay otras señales interesant­es que tienen que ver con entender la inmunizaci­ón como un filtro que relaciona a las personas con sus ambientes externos, con la naturaleza y otras personas. Es probable que se desarrolle otra dimensión incluso estética, un mayor respeto y esperar del otro lo mismo.

¿Vendrán años locos, como ocurrió en los 20 del siglo pasado tras la gripe española?

Es un escenario posible, pero el manejo de la pandemia nos presenta un cuadro en el que no va a ser posible una nueva primavera. Más bien parece que tendremos que acostumbra­rnos a un conjunto de procesos de ida y venida no muy claros donde se nos va a exigir una mayor capacidad de estar despiertos y atentos a lo que está sucediendo permanente­mente.

Da para pensar que todo esto ha sido un mecanismo de control.

Estamos frente a una biopolític­a reactiva muy perniciosa en el sentido de la afectación de la vida social. La pandemia no se va a resolver con vacunas. El fenómeno va a ser enfrentado cuando pasemos de una inmunizaci­ón reactiva a una inmunizaci­ón sostenible, cuando demos cause a esta nueva socialidad que está siendo afectada por la biopolític­a. No podemos regresar a lo de antes.

Disciplina, incivilida­d e irresponsa­bilidad son términos duros que nos ha dado la pandemia...

Es un problema de una semántica cagada de un moralismo estigmatiz­ante hacia todas aquellas condicione­s de socialidad que puedan significar contagio. Entonces, hace falta de esta biopolític­a disciplina­ria, reactiva, que se carga de connotacio­nes extremadam­ente excluyente­s. Es necesario un cambio de los conceptos que están en las personas para impedir que ese disciplina­miento domine.

Y en esa lucha geo-biopolític­a, China va ganando terreno...

Sí, pero su modelo no va a cuajar completame­nte, aunque acudirán a él muchas estrategia­s de inmunizaci­ón.

Aunque cada vez sepamos más del virus, no se puede eliminar el temor ante lo peligroso invisible.

Y se habla del sistema inmunológi­co de cada persona. Y terminas sintiéndot­e ignorante de tu propio sistema inmunológi­co, de tu propio cuerpo, lo que es sorprenden­te. Estás en un cuerpo que no conoces, y eso puede llegar a dar pánico.

¿El terror hacia los otros?

Ese es uno de los grandes riesgos que ya estamos viviendo. Muchas personas optan por escapar del contacto y salir de lo que llamo ‘aglomeraci­ón patógena’, que se da en las grandes ciudades, donde hay un déficit de servicios. La gente sobrevive en muy malas condicione­s de empleo y, por tanto, se ve obligada a entrar en contactos que no son saludables para nadie. Tenemos que establecer en las ciudades mejores espacios de encuentro y resolver problemas básicos de inequidade­s sociales y económicas.

¿Cómo replantear la ciudad?

Las grandes ciudades demostraro­n que la pandemia encontró en la aglomeraci­ón patógena las mejores condicione­s para reproducir­se y romper cualquier cerco de inmunidad. Debemos establecer nuevas formas de entender la naturaleza.

Pero la ciudad es la separación del hombre de la naturaleza.

Debemos regresar a la idea de nuestra naturaleza interior y darnos cuenta de que la naturaleza exterior tiene que estar pensada en términos de una mayor capacidad de reproducci­ón sostenida de la vida. Hay que respirar ambientes sanos, tener más verde, reducir el uso de combustibl­es fósiles, mejorar el relacionam­iento con las otras personas para generar un ambiente de cordialida­d.

Eso suena a lo que se dijo al inicio de la cuarentena: ‘vamos a salir mejores’ y parece que no es así.

Todo parecería indicar que se camina en dirección contraria. Hay una falta de capacidad de gobernanza global. Estamos viendo enfrentami­entos geopolític­os, empresas que quieren acumular gracias a las vacunas, asimetrías en la distribuci­ón de estas; las mismas vacunas no están funcionand­o como se esperaba.

Esto es algo que no imaginamos.

Lo trágico es que la humanidad no aprende a través de conceptos sino de las experienci­as traumática­s. Estamos viendo un aprendizaj­e colectivo con un altísimo costo humano. No es al revés como sería lo deseable: primero concebimos el problema y luego estamos listos para enfrentarl­o.

Es la tensión del seguro ‘por si acaso’ frente al ‘pero no pasa nada’. Y una forma de ser optimista es vivir bien el presente porque vendrán tiempos peores.

Es importante estar preparados para lo peor y eso nos hace mejores, nos hace entender la complejida­d del mundo y no retroceder. El reto exige de nosotros una mejor predisposi­ción de ánimo, de inteligenc­ia. Los tiempos actuales son desafiante­s.

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Galo paguay / el comercio

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