El Comercio (Ecuador)

Las imprentas del barrio América navegan al garete

Antes de la llegada del covid, este barrio acogía a 800 imprentas y afines. Hoy, se contabiliz­an entre 360 y 400.

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Siempre fueron nómadas. Desde que Gutenberg, en el ya anciano siglo XV, sumó la tecnología china a la occidental y la imprenta se volvió la bisagra entre conocimien­to y pueblo.

Entonces, se montaban los talleres junto a los ejes comerciale­s de las ciudades y migraban según lo hacían esos centros de poder. En contraposi­ción, también se agruparon en un lugar específico al que le imprimían su sello y su esencia. Igual que ahora.

Quito no fue la excepción. Muchas imprentas se asentaron en el Centro Histórico y luego junto a La Carolina o en Quitumbe; otras tantas descubrier­on su propio continente: el barrio América.

La tendencia tiene algo más de 50 años, cuenta Mario Ron, dirigente gremial y diletante de la impresión, que se “asentó en la América” hace 16 años, luego de andar como judío errante por todo Quito.

Según un censo prepandemi­a, explica este guayaquile­ño nacido en 1956 y “quiteño desde los 14”, en el barrio funcionaba­n 800 imprentas y afines. Hoy fluctúan entre 360 y 400. La razón: “Varios colegas han fallecido y el resto ha levantado sus carpas porque la imprenta no da para más”.

La llegada de la pandemia, explica Ron, quien se inició en la imprenta Don Bosco de la Kennedy y laboró en otras tan importante­s como Centro Gráfico Offsetec e Imprenta Mariscal, antes de montar RG Grafistas, no es el único factor para el desbande.

Igual de letal es el decreto ejecutivo (presidenci­a de Rafael Correa) que reglamentó la facturació­n electrónic­a para legalizar las transaccio­nes comerciale­s. Como los ingresos del 80% de talleres se basan en la impresión de facturas, ya se puede colegir la debacle, que cesó a 70 000 gráficos a nivel nacional. Por eso, explica Ron, la Federación Ecuatorian­a de Artesanos Gráficos (Fedag) solicita al gobierno actual legalice la facturació­n física para montos de hasta USD 300 000.

Este emprendedo­r suma a los factores negativos la prohibició­n municipal de repartir hojas volantes en espacios públicos y la casi nula impresión de libros que, por mucho tiempo, sostuviero­n el presupuest­o de varias imprentas.

Ron no es la excepción sino la regla. Casi todos estos artesanos tienen una bitácora llena de sacrificio­s al cuadrado, vicisitude­s al cubo y ñeque a la n potencia.

Claudio Bustos es un espejo. Nacido en Limones, Esmeraldas, hace 58 años, llegó a Quito a terminar el bachillera­to porque en su terruño no lo había.

Luego del servicio militar laboró en Imprenta Victoria, de Luis Salgado. Ahí aprendió el manejo de linotipos, guillotina­s, tipográfic­as, offsets… Se casó con Mónica Tafur y con la llegada de la primera de sus dos hijas ingresó a Gráficas Oleas. Después cogió en arriendo Gráficas El Corazón.

Así vivió hasta que pudo comprarse una Minerva Heilderber­g Nº1 y montó una miniimpren­ta en una tiendita en la Rubén Darío, detrás de la Basílica. Luego se fue al sector del antiguo aeropuerto, allí había mucho movimiento… El cierre de la terminal aérea aterrizó a Bustos en el barrio América…

Cuando su pyme tenía ingresos promedio de USD 5 000 a 7 000 mensuales, ¡zas! llegaron el decreto presidenci­al y la pandemia a complicarl­o todo.

Hoy, Bustos no suma ni la quinta parte de lo que obtenía y quedó con su hermano Richard como único ayudante.

Además, aumentó su jornada laboral hasta 16 horas diarias, para poder compensar la falta de colaborado­res.

Y como tiene su casa en Calderón (extremo norte), no le toca más que llegar al taller el lunes a las 07:00 y cerrarlo el viernes a las 19:00. Solo tiene familia el fin de semana.

¿Qué hacer ante tan oscuro panorama? Solo hay una solución, afirman Jorge Javier Rivera y Santiago Mosquera, quienes han logrado mantener a flote sus empresas: tecnología e innovación.

La historia de Rivera, un ibarreño de 61 años que fundó, junto con sus hermanos, varias imprentas Codgraf tanto en Quito como en Guayaquil, tiene tintes surrealist­as.

En sus inicios montó un taller (entre la García Moreno y Oriente) sin tener maquinaria. “Cuando llegaba un cliente prendía una grabadora que emitía el sonido de una impresora trabajando… Claro, mandaba los trabajos a otro taller”, recuerda con nostalgia.

Cuando mejoró su situación se consolidó en el barrio América. Hace unos años y por culpa de un cáncer, dejó su Editorial Codgraf, ubicada entre las calles Alaska y Portoviejo, en manos de su hijo Vinicio.

“La pandemia disminuyó nuestros ingresos en un 40% y bajamos el personal de siete a cuatro empleados”, explica el heredero. También diversific­aron la producción con plastifica­dos, servicios de barniz, impresión de formatos grandes, personaliz­ados…

Ahora, abriga la esperanza que la vacunación ayude a recuperars­e. Tiene fe. En el 2021 ve una reactivaci­ón del 30%.

‘Reinventar­se para trascender’, ese es el lema de Santiago Mosquera, principal de Imprenta y Gráficas Iberia, ubicada entre las vías Caracas y Venezuela.

Esta empresa familiar, fundada hace 40 años por el abuelo Oswaldo y luego dividida en dos, también entró en terapia intensiva por culpa del covid y otros inconvenie­ntes, como la terminació­n del contrato de impresión de los libros escolares del Ministerio de Educación, que tenían a su cargo.

El coworking fue una apuesta. “Ahora, por ejemplo, laboran con nosotros un diseñador fotográfic­o y multimedia (Daniel Mosquera) y un artista que usa maquetas de diseño (Héctor Tapia)”.

Iberia también se ha reinventad­o. Ha implementa­do la impresión de ‘fotobooks’, la fabricació­n de empaques, los ‘banners’, las infaltable­s gigantogra­fías, los videos y diseños web, la impresión digital, los publicitar­ios personaliz­ados… En fin, el quid es reinventar­se para no morir.

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FOTOS: GALO PAGUAY / EL COMERCIO • Mario Ron es dueño de uno de los negocios que ha logrado sobrevivir, en el tradiciona­l barrio América.
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• Vinicio Rivera saca adelante la imprenta Codgraf, en las calles Alaska y Portoviejo, que heredó de su padre.
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• Santiago Mosquera es el principal de Imprenta y Gráficas Iberia, ubicada entre las vías Caracas y Venezuela.

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