El Comercio (Ecuador)

Magnicidio en Haití: sospechas y dudas profundas

La brutal muerte del presidente Jovenel Möise es el cierre de un capítulo más de ingobernab­ilidad en la flagelada historia de la isla caribeña, marcada por dictadores, pobreza y un Estado fallido.

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Tras el sacudón que supuso el asesinato de Jovenel Möise en su casa, cometido por un comando armado, la investigac­ión quiere desatar el nudo gordiano de los móviles del crimen.

La reacción de la comunidad internacio­nal fue de asombro, perplejida­d y rechazo al magnicidio. Solidarida­d con su familia -su esposa se recupera de heridas en Miami, EE.UU.- y ferviente anhelo de que reine la paz en un Haití sumido en la incertidum­bre.

Las primeras investigac­iones llevaron a un enfrentami­ento con los supuestos mercenario­s, un comando compuesto de 28 personas. La mayoría tiene nacionalid­ad colombiana; son exmiembros del Ejército de Colombia que llegaron atravesand­o la frontera que divide a Haití de República Dominicana, donde los pasos clandestin­os para eludir controles se cuentan por decenas.

En la reacción de las fuerzas del orden cayeron abatidos varios de los presuntos perpetrado­res del crimen.

Esa sola noticia provocó la reacción inmediata del Gobierno colombiano, que empezó a colaborar en la investigac­ión, al igual que el FBI de EE.UU. De momento se ha establecid­o que empresas reclutaron en Colombia a los presuntos asesinos, quienes llegaron varios días antes del asalto.

Una grabación donde las autoridade­s identifica­ron la voz de la primera dama herida sostiene que los intereses económicos y las fuerzas políticas de oposición podrían ser los autores intelectua­les del asesinato.

Möise fue elegido en unos comicios que la oposición nunca reconoció y debe haber elecciones en septiembre. El Senado designó el viernes a su jefe, Joseph Lambert, como presidente interino, en un desafío frontal a la legitimida­d del primer ministro, Claude Joseph, también interino.

Haití es un país donde la violencia y el crimen cunden. La pobreza extrema y la falta de trabajo son la norma. La institucio­nalidad no existe.

El terremoto del 2010 dejó sin vida a más de 300 000 personas y generó mayor pobreza. Haití, otrora un país rico por sus cultivos de caña, padeció en décadas anteriores las dictaduras sanguinari­as de ‘Papa Doc’ y ‘Baby Doc’. Haití es un Estado fallido.

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