No es la plata
Hay un mito bastante difundido según el cual la calidad de los servicios públicos depende de la cantidad de gasto. Pero eso es falso. Y quizás la lucha contra la desnutrición infantil es un buen ejemplo para demostrar que la calidad del gasto es más importante que la cantidad.
El mito de “gaste mucho para que los servicios sean buenos” es de esas frases que se repite bastante, pero que no por eso se convierte en verdad. Eso se lo puede escuchar de convencidos socialistas del Siglo XXI y de más de un funcionario de organismos multilaterales.
El problema de creer que lo relevante es el monto a gastarse es doble. Primero, porque se olvida que una de las máximas de la administración del dinero público es que hay que manejarlo eficientemente, o sea, lograr el máximo resultado posible con cada dólar gastado y porque se olvida que alguien está pagando por ese gasto (ya sean los contribuyentes actuales o los futuros).
En segundo lugar, los defensores del “mayor gasto a toda costa” olvidan que esa filosofía puede poner en peligro la estabilidad macreoconómica porque, si el financiamiento es con deuda o si el gasto total es excesivo, se puede distorsionar la economía o hasta poner en peligro la sostenibilidad a largo plazo de las finanzas públicas.
Mucha gente se olvida que la inestabilidad económica es la peor política social que puede existir. En las recesiones, los más afectados son los más vulnerables y en las crisis verdaderamente grandes (como la de 1999 o como una posible desdolarización), lo único que crece es el número de pobres y de desempleados.
Hoy el país quiere luchar contra la desnutrición infantil, un problema que se ha mantenido en niveles vergonzosamente altos y, si bien cayó a fines del siglo pasado y a inicios de este, se estancó hacia el año 2006. El Ecuador es uno de los países de América Latina con mayores niveles de desnutrición infantil y eso a pesar de que tiene un gasto público relativamente alto.
Es más, alrdedeor de 2013 o 2014, en los años en que competíamos con Cuba por ser el país de la región con mayor gasto público, la desnutrición tampoco bajó.
Los expertos calculan que para reducir significativamente la desnutrición infantil se necesita gastar unos USD 500 millones anuales por un buen tiempo, algo que no es tan grande en relación al total del gasto (la recaudación de IVA de un buen mes). No es cuestión de plata sino cómo se gasta.
Porque en el Ecuador, el gasto público creció, entre 2006 y 2014 en USD 32.000 (sí, en eso creció en dólares constantes) y no hubo los 500 millones necesarios para luchar contra la desnutrición porque el gasto era grande pero de mala calidad. De pésima calidad. De una irresponsable, pésima calidad.