El Comercio (Ecuador)

Oswaldo Valencia: “Ha cambiado la situación, pero aún hay un racismo solapado”.

OSWALDO VALENCIA / comunicado­r

- Alexander García V.

Oswaldo Valencia fue el primer animador afrodescen­diente que tuvo la televisión ecuatorian­a. El programa musical ‘Soul Train’ o el ‘Tren del alma’ se convirtió en punto de referencia de la música en inglés para toda una generación. La revista musical original se transmitió entre 1976 y 1990 en Telecentro, ahora TC, pero saltó luego por diferentes canales del país. Mr. Soul Train responde a esta entrevista desde la Florida (EE.UU.), en donde reside desde hace seis años.

¿Qué canción lo representa o cuál usted siempre vuelve?

Hay tantos éxitos. Los que cantan ‘Fresh’, Kool and the Gang, es de lo máximo que he escuchado en la parte bailable. Siempre me llamó la atención la calidad vocal impactante de Whitney Houston. De la música estadounid­ense mi ídolo, a quien pude ver con su orquesta en el Madison Square Garden a finales de los 80, es el maestro Barry White, un hombre con una voz tremenda también. Y la canción que me mata de Barry White es ‘Can’t get enough of your love, babe’, no puedo obtener suficiente de tu amor, es una canción preciosa.

Son todas voces afrodescen­dientes privilegia­das.

Fíjate que los artistas negros no tenían oportunida­d en las televisora­s por aquello de la segregació­n en Estados Unidos y en esa transición entra el desapareci­do Don Cornelius, el creador del Soul Train original, quien nos dio la franquicia para hacer el programa en Ecuador. Él salía a las calles a protestar en los años 70 y empieza a comprar un espacio en los canales para darle cabida a los artistas negros, quienes no tenían esa oportunida­d. Y ese programa se convirtió en una institució­n en Estados Unidos, que sobrevive hasta la actualidad.

¿Cómo surge la idea del Soul Train ecuatorian­o?

Yo trabajaba como locutor en Ecuador en una estación que se llamaba Radio Alegría. Los propietari­os eran los señores de la firma JD Feraud Guzmán y Fediscos. Teníamos una amistad y nos encontramo­s acá en Estados Unidos, a donde había venido a visitar a mi madre. Ellos me invitaron a desayunar al hotel. Y cuando de pronto vimos en la televisión el momento en el que empezaba el programa Soul Train. Entonces me queda viendo uno de los ejecutivos y me dice, “oye, idéntico a ti ese tipo”. El mismo color, el mismo tono de voz, el tremendo afro, las gafas. En uno de ellos nace la inquietud de hacer un programa, con la mitad de artistas ecuatorian­os y con la mitad gringa. Tuvimos que ir a Los Ángeles a pedir la franquicia y el momento en que nos tomamos la foto con Don Cornelius fue impactante (sonríe).

¿Y su pronunciac­ión del inglés siempre fue tan exquisita?

Yo ni siquiera hablaba bien el inglés cuando empezamos. Como parte de la preparació­n para el programa me aprendí de memoria el nombre de las canciones y de los artistas, pero por fonética. Los televident­es se preguntaba­n de dónde había salido este negro que pronunciab­a tan suelto el inglés. Vivo en Estados Unidos hace seis años, pero estoy viniendo desde hace más de 45. La idea cuando iniciamos con el programa era hacer una prueba de seis meses y estuvimos al aire 16 años en TC Televisión, luego saltó por temporadas a diferentes canales. He recorrido el país animando fiestas setenteras y ochenteras.

¿Y de dónde viene la pasión por la música de esa época?

Como esmeraldeñ­o de nacimiento, por mis venas corre también el gusto por la salsa. Todo comenzó en 1972 o 73, en uno de estos viajes que hacía a Estados Unidos para visitar a mi madre. Y me dijeron que se presentaba Diana Ross con La Suprema en Harlem. Me fui al teatro Apolo por curiosidad y no me vas a creer que por la parte trasera llamaron a voluntario­s para ayudar a cargar cajas e instrument­os a cambio de unos dólares, y me ofrecí para ayudar. La mayoría de los que colaboramo­s salió del teatro, pero yo me quedé detrás de unas cortinas y allí pude ver el espectácul­o en el que actuó también James Brown y The Jackson 5. Michael Jackson tenía apenas 8 o 9 años, fue como recibir una inyección electrizan­te de música. Ni siquiera entendía bien lo que estaban cantando, pero qué belleza aquello. Estamos hablando del soul, que fue la base para lo que sucedió después con la música disco.

¿Cómo fue llegar a la televisión nacional, un medio dominado en ese momento por blancos?

Estuve cuatro meses en un programa de preparació­n con los Feraud, porque yo era locutor. Varias veces perdí los estribos. Cuando por fin fuimos a TC Televisión los directivos preguntaro­n quién iba a conducir el programa; yo me había quedado en el recibidor y me señalaron. La reacción fue: ‘Uh, no, Dios mío lindo. No puede ser’. No sabían cómo iba a reaccionar la gente en un país en el que nunca se había visto a un negro en televisión. Los Feraud se mantuviero­n en su decisión de pagar por el espacio, por su propia cuenta y riesgo.

¿Sintió el peso del discrimen?

Tuve un sinnúmero de críticas al principio, gente que me trataba de forma peyorativa, al punto que un periodista me calificó de ‘gorilín’. Esas críticas no me amilanaron. El programa de 30 minutos duró apenas tres meses, luego los directivos del canal decidieron aumentarlo a una hora. Logramos hasta 21 puntos de rating. Yo era el MTV de esa época y creo que la música no tiene color ni raza ni estrato social. Un Cónsul General de los Estados Unidos, un negro como yo -un señor Williams-, me invitó en una ocasión al Tennis Club. Las socias protestaro­n al ver dos negros en la piscina hasta que les explicaron que el señor de barba era el cónsul y el otro, el que hace el programa Soul Train. ‘Ah, lo hubieras dicho antes’.

¿Qué tan racista cree que seguimos siendo?

Ha cambiado mucho la situación a esta parte, pero aún hay un racismo solapado, que es muy egoísta e hipócrita. Eso lo vemos mucho en lo deportivo, en el fútbol, donde se pasa rápido del ‘negro lindo’ al insulto.

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FOTOS: EFE
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Foto: Cortesía

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