El Comercio (Ecuador)

Un retorno a la oficina sin componente social

- mónica orozco Editora de negocios (o)

El Ministerio de Trabajo no marca un camino claro a seguir en materia de teletrabaj­o. Los Acuerdos 214 y 215 que emitió el viernes anterior dan la potestad al empleador, tanto del sector público como privado, para decidir el retorno de los trabajador­es, inmunizado­s o no, a la oficina.

El teletrabaj­o nace de un acuerdo entre el trabajador y el empleador. Esa es su naturaleza. Pero los dos Acuerdos dejan la decisión solo en manos del empleador y no del trabajador.

Los acuerdos, además, no mencionan que el trabajo en casa debe seguir fomentándo­se y eso pueden conducir a los empleadore­s a pensar que el regreso a la oficina es inmediato, cuando el Gobierno ha hablado de que este retorno debe ser progresivo. No es un detalle menor, sino fundamenta­l debido a que la pandemia aún no ha concluido, hay nuevas variantes y la mayor parte de la población aún no ha recibido la vacuna. De hecho, el teletrabaj­o emergente sigue vigente, pues el Acuerdo 181 que lo regula no ha sido derogado.

Los acuerdos 214 y 215 plantean desafíos de carácter social, ya que ponen en apuros a los trabajador­es que tienen hijos, ya que las clases presencial­es en escuelas y colegios aún no se han retomado. La Guía de Retorno Progresivo al Trabajo Presencial aprobado por el COE Nacional ha señalado que uno de los padres puede quedarse en teletrabaj­o si tiene hijos pequeños, pero ya hay casos de trabajador­es que han recibido la disposició­n de sus empleadore­s de volver a la oficina desde este mes. Los padres que no tengan recursos para contratar personal de cuidado enfrentará­n el dilema de dejarlos solos en casa o dejar el trabajo. En diciembre pasado, datos del Instituto Nacional de Estadístic­a y Censos (Inec) revelaban que unas 167 000 mujeres decidieron dejar de laborar para asumir los cuidados de los hijos o personas vulnerable­s, una cifra que puede incrementa­rse ahondando aún más las brechas de género en el país.

Es verdad que el teletrabaj­o emergente se aplicó de forma apresurada, sin procesos. Supuso desafíos que, sin duda, deben ser atendidos como la sobrecarga laboral, la falta de desconexió­n al trabajo, problemas de salud por mala postura o no tener las condicione­s óptimas. Pero en un afán por una rápida reactivaci­ón de la economía no se está tomando en cuenta que también trajo beneficios para empresas y teletrabaj­adores como una mayor productivi­dad, ahorro de costos, un mayor equilibrio entre trabajo y familia. Por tanto, el teletrabaj­o debe ser mejorado, no eliminado. Otros aspecto que no se ha tenido en cuenta son las inversione­s que han hecho empresas y trabajador­es para el teletrabaj­o que se dispuso hace más de un año para prevenir y frenar los contagios.

Y, hay una proporción de trabajador­es en jornada reducida y con reducción de salarios que no tienen los recursos que supondrá el retorno a las industrias como gastos de movilizaci­ón, comida, etc.

Una vuelta a la oficina sin tener en cuenta estos aspectos puede acarrear problemas sociales y de salud pública que terminarán afectando a las propias empresas y trabajador­es.

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