POLÍTICAMENTE INCORRECTO
¿Cuál es el límite que separa lo que se puede decir o no?
Sobre la década de los treinta surge la expresión “Políticamente correcto”, donde se circunscribía a los círculos de la izquierda leninista para referirse a acciones o individuos que se alineaban con los dictámenes de dicho partido, pero, pronto entre incrédulos iguales, el uso de estas dos palabras se impregnó de ironía: “Políticamente correcto” se utilizaba para señalar a aquellos que seguían con fervor exagerado la línea partidista. Medio siglo más tarde, en la década de 1980, arranca en un campus universitario un furioso debate intelectual, conquistando y haciendo frente en las portadas de revistas, periódicos y medios del momento y de las décadas siguientes. Entonces llegó el nuevo siglo y se arraiga la idea de que el lenguaje codifica la opresión. Se discutía el uso de términos racistas, machistas, de género y albergamos en nuestra psique el sentido social a una discriminativa a nuestro lenguaje, pero no se solventan los problemas de fondo.
Políticamente correcto es una expresión abiertamente peyorativa que entonces emplea “ajenos al radicalismo”, pero, se aprecia el giro irónico de esta expresión en nuestra actualidad. Por ejemplo, ofensivo nos parece decir “Todos” cuando quiero referirme a hombres y mujeres.
¡Espera! ¡No! Replanteo mi premisa. Ofensivo nos parece decir “Todos” cuando quiero referirme a dos seres humanos con características de sexo, género, etc… diferentes. Entonces también parece ofensa hacer una pausa y decir: todos/todas, porque alguien salta desde una banca y grita que la palabra correcta es decir Tode y escribir Todx.
¡Qué horror!… por qué parece que todo fuese ofensa en nuestra sociedad, por qué hoy más que nunca nuestras palabras parecen reprimidas. Por qué lo cómico que en palabras escritas sería grosero, soez y ofensivo no exime del mismo peso a quien lo utiliza en un discurso. Es acaso la expresión, lo verbal o el entorno que influye a etiquetar lo que es políticamente correcto o no. Si es la forma lo que nos ofende y no el contenido entonces nuestra sociedad es meramente hipócrita y en ese sentido, al igual que la política, un imaginario colectivo. Yiara García