Primeras definiciones
Mirando más allá de su inmediatez el Gobierno ha definido su política de Estado en materia de hidrocarburos, con metas ambiciosas pero alcanzables. Pretende reformular integralmente las reglas para convencer al capital privado que haga enormes inversiones en este sector básico, a cuyo fin hará licitaciones transparentes para delegar a la empresa privada tanto la explotación de los campos gestionados por Petroecuador como otros campos, con el objeto de llegar a producir un millón de barriles de petróleo.
Esta operación es clave y urgente para que no quede debajo de la tierra el crudo que cada vez se venderá menos si, en la movilidad de los automotores, la electrificación sustituye al uso de combustibles. A tal efecto el ministro Bermeo necesita técnicos impolutos, idóneos y asesoría externa para negociar limpiamente las concesiones al sector privado precautelando de modo justo la participación estatal en las utilidades de este negocio mayor.
Como la refinación ha fracasado en manos estatales corruptas será importante implantar el comercio libre de los combustibles en el Ecuador, porque no debe ser prioritario hacer refinerías de capital intensivo y bajo empleo. Necesitamos buenos combustibles (y no los caros y malos que nos obligan a consumir) para cuidar el medio ambiente y , al mismo tiempo, eliminar el pernicioso subsidio a los que más tienen, compensando con subsidios focalizados técnicamente, de modo que los pobres no paguen más por su movilidad.
Esto es imperativo para que la caja fiscal se fortalezca, de modo que el país sea confiable por su orden y equilibrio, a fin de bajar el riesgo país y abaratar el costo del endeudamiento público y privado. Además la pandemia va a consumir muchos más recursos durante un tiempo prolongado y el Estado también necesita fondos para inversiones indispensables que aceleren la reactivación.
De otro lado, para aumentar la competitividad con énfasis exportador primero debemos convencer a los empresarios privados que sigan el ejemplo de las producciones exportables con las que competimos a nivel mundial, como es el caso del banano, camarones, productos de la pesca, cacao, flores y otros; pagando los sueldos vigentes y cumpliendo las condiciones laborales prevalecientes.
Como no podemos dividirnos entre “Ellos y Nosotros”, la competitividad no debe basarse solo en el sacrificio fiscal por la baja de aranceles, ni en el sacrificio laboral bajando los sueldos, sino también en el concurso de los banqueros que cobren menos intereses y en la moderación de la apetencia de utilidades excesivas de los empresarios.
Hasta tanto, ahora el sector productivo debe prepararse para satisfacer la demanda de un consumismo represado que explotará cuando la vacunación haga sus efectos virtuosos y vuelva la normalidad para recuperar los empleos que se perdieron por la pandemia.