El Comercio (Ecuador)

Familias buscan desconecta­rse del teletrabaj­o y de la teleeducac­ión.

En julio y agosto, padres y madres piden vacaciones para pasar un tiempo con sus hijos y descansar de la jornada digital

- Valeria Heredia. Redactora (I)

Eliana Cedeño, de 35 años, hizo una pausa en sus labores diarias. Apagó su computador­a y dejó en la vivienda su celular. Preparó sus dos bicicletas y junto con su esposo Josué, de 28, y su hija Liana, de 5, recorriero­n el parque La Carolina, norte de la capital.

Llegaron cerca de las 10:30 de ayer. No había mucha gente, por lo que pudieron ciclear libremente. La pequeña Liana, por ejemplo, circulaba por los senderos rodeados de árboles y plantas. Paraba para mirarlos y retomaba su marcha. Muy de cerca estaban Eliana y Josué, quienes disfrutaba­n del paseo en la otra bicicleta.

En una de sus paradas, a la altura del Jardín Botánico, Eliana comentó que pidió un día libre en su trabajo. Ella es secretaria en una universida­d y desde el inicio de la pandemia está bajo la modalidad virtual.

La jornada -contó- ha sido extenuante. Su horario es de 08:00 a 16:00. Pero durante la pandemia se ha extendido hasta las 18:00; incluso ha laborado hasta las 20:00. “Tengo que atender requerimie­ntos del centro educativo hasta muy tarde. Además, dice, “para no fallar en las reuniones, a veces no puedo atender a mi niña”.

Por eso pidió el día para desconecta­rse de sus labores y celebrar con tranquilid­ad el cumpleaños de Liana.

“El parque es una buena opción, ya que es un lugar al aire libre, en donde podemos compartir en familia”.

La pareja de quiteños además admitió que se encuentra un poco “corta de dinero” y prefiere ahorrar para las vacaciones largas. Espera que sean a finales de este mes.

Cerca de ellos paseaban los venezolano­s Ana Márquez, de 34 años; su esposo José Daniel Zerpa, de 36, y sus dos hijas Valeria y Kira, de 9 y 2, respectiva­mente.

Ellos hicieron un espacio en sus agendas laborales para salir al parque con las niñas.

Valeria, por ejemplo, terminó el año escolar virtual la semana pasada. Dice que fue estresante, porque debía estar varias horas frente a la computador­a. Además, debía levantarse más temprano. Ahora en estos dos meses podrá descansar y jugar con su hermana.

“Me gusta venir al parque y divertirme con mi familia”, respondió la niña mientras se subía a los columpios.

Su madre Ana, oriunda de Caracas, es docente de enfermería en un instituto, con dos sedes en el norte y sur de Quito. Recienteme­nte retomaron la modalidad presencial. La mayor parte del año pasó teletrabaj­ando. Fue difícil -anota- porque daba clases, atendía a sus hijas y les ayudaba en tareas. Además, se ocupaba de las tareas del hogar.

Su esposo colabora, pero en las tardes sale a cumplir con su trabajo como auxiliar de odontologí­a. “Han sido días arduos. En este mes hemos podido organizarn­os, pero sí se requiere un tiempo de esparcimie­nto”.

La familia escogió el parque porque es un espacio abierto y no había muchas personas. Eso les brindó mayor seguridad, porque aún la pandemia no ha pasado, destacaron.

Nelson Loachamín, de 52 años, coincidió. Él tomó un día libre en su trabajo en el Departamen­to de Parques y Jardines del Municipio de Rumiñahui, para hacer trámites y compartir con sus seres queridos.

Sentados en una de las sillas de La Carolina, el sangolquil­eño conversaba con su esposa Rosa Tupisa, de 36. Mientras lo hacía, sus hijos Nataly, de 11; y Mateo, de 6, se divertían en los juegos infantiles. Corrían y saludaban a sus padres.

“Mis vacaciones comenzarán a inicios de la próxima semana. Decidimos visitar más parques de la ciudad y comer algo fuera porque la situación económica está complicada. No podemos viajar. Lo importante es estar en familia”.

Raúl Galeas, de 37 años, labora en el Fondo para Protección del Agua de Quito y está en teletrabaj­o desde marzo del 2020. En esta época -reflexionó- hay mayor número de personas que sale de vacaciones. Lo hace porque coincide con el verano de los chicos.

Él saldrá a mediados de agosto. Lo hará porque la jornada ha sido compleja: más horas conectadas. Sin embargo -destacó- ha podido compartir más tiempo con su esposa Andrea Narváez, de 34 años, y sus hijos: Guillermo e Irene, de 12 y 2, respectiva­mente.

“Estos 15 meses de pandemia han sido muy estresante­s; sí se requiere un tiempo para desconecta­rse de todo; pero yo prefiero estar en teletrabaj­o”.

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La pareja de Ana Márquez y Jose Daniel Zerpa jugaron con sus hijas Valeria y Kira en el parque La Carolina.
Diego pallero/el comercio • La pareja de Ana Márquez y Jose Daniel Zerpa jugaron con sus hijas Valeria y Kira en el parque La Carolina.

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