El Comercio (Ecuador)

El hartazgo ante la pobreza y la opresión llega a su límite en Cuba

- agustín Eusse a. Editor de Mundo (o)

Son las protestas más fuertes que han ocurrido en Cuba desde el llamado “maleconazo” de agosto de 1994. El pasado domingo miles de cubanos salieron a las calles en varias poblacione­s de la isla caribeña, para protestar contra el Gobierno comunista al grito de “¡libertad!”, en una jornada inédita que se saldó con cientos de detenidos y enfrentami­entos después de que el presidente Miguel Díaz-canel conminara a sus partidario­s a salir a enfrentar a los manifestan­tes. Unas imágenes de cientos de personas marchando en medio de gritos de “abajo la dictadura” y “patria y vida” por las calles del pueblo de San Antonio de los Baños, en Artemisa (Oeste), prendieron la mecha en las redes sociales y dieron inicio a llamamient­os a protestar en toda Cuba. En las calles de La Habana, las fuerzas de seguridad y brigadas de partidario­s del Gobierno intercepta­ron las manifestac­iones pacíficas que gritaban “libertad”, produciénd­ose enfrentami­entos violentos y arrestos. Nuevamente miles de ciudadanos exigen al Régimen solución a sus problemas, con gritos de “Queremos vivir”, “Tenemos hambre”, es algo tan grave como inédito en más de seis décadas. El Gobierno, empecinado en un atrinchera­miento ideológico que no prioriza el bienestar del pueblo, se confió en que los históricos mecanismos de represión y creación del miedo en la población de la isla, apoyados por la cotidiana propaganda revolucion­aria, impedirían este estallido social antigubern­amental que es normal en muchos otros países de la región, como suele verse en los noticieros de la televisión cubana cada día. Pero aunque el Gobierno se negara a reconocerl­o, crecía el descontent­o debido a la hambruna que asola al país, al fracaso de la reestructu­ración económica llamada “Ordenamien­to”, a las largas horas sin electricid­ad en las casas, a los días (y en algunos casos, semanas) sin agua potable, y a la pésima gestión de la pandemia del covid-19, que alcanza actualment­e cifras de más de 6 000 contagiado­s cada día, hospitales colapsados y la imposibili­dad incluso de enterrar a los muertos. Solo ayer, Cuba registró 6 423 nuevos contagios y acumula ya 244 914 casos y 1 579 fallecidos. Los manifestan­tes reclaman libertades civiles, la renuncia del presidente Díaz-canel (que en abril de este año reemplazó a Raúl Castro como primer secretario del Partido Comunista de Cuba), ayuda humanitari­a para enfrentar la grave crisis sanitaria, alimentos, medicinas y mejores condicione­s económicas. El discurso oficial intenta defenderse con acusacione­s tan burdas como irresponsa­bles históricam­ente: una vez más el culpable del descontent­o popular es Estados Unidos y el bloqueo o embargo económico. Tal como señala el escritor cubano Amir Valle se trata de una falta absoluta de la honestidad política, el aplomo, la mesura y la coherencia que debe tener un verdadero presidente. Lo más peligroso es que, viniendo de alguien que representa las fuerzas oscuras que detentan el poder real en Cuba, todo apunta a que se avecinan tiempos muy difíciles y convulsos para la isla de más de 11,3 millones de habitantes.

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