En el Distrito Metropolitano quedan 53 parteras ancestrales con legitimación comunitaria y certificación institucional
¡Mama Lourdes, mama Lourdes! Ese es el llamado con el cual alertan a Lourdes Rojano de que llega una paciente con dolores de parto. Entonces, usualmente en la madrugada, la partera de 54 años de experiencia mira el reloj, deja de lado el sueño y se levanta.
Una vez que la gestante ingresa al consultorio, ubicado en el sector de Chilibulo (sur de Quito), se acomoda en la cama o en la silla ginecológica. En la habitación de 10 por 12 metros, también hay algunas estanterías con todos los implementos para el alumbramiento.
Si la mujer está con dolor de cabeza o muy estresada, Rojano alista ‘el ritual de dar a luz’. En un plato cóncavo echa mirra, copal, sándalo, romero y palo santo para curar el ‘ mal aire’, alejar las malas energías y eliminar el frío. En otros casos, cuando la embarazada está calmada y alegre el procedimiento es “conversar de esta vida y la otra para que, sin sentir, comience con la labor de parto”, admite. Y agrega: “en todos estos años de trabajo jamás he tenido complicaciones”, y la atención se extiende unas dos horas.
A raíz de la pandemia por el covid-19, los nacimientos con parteras o parteros se han revitalizado en varias zonas, “porque las mujeres se resisten a ir a los centros de salud o maternidades, por temor al contagio y porque buena parte del personal médico está dedicado a atender casos de coronavirus”, menciona Rojano.
Coordinadora (I)