El Comercio (Ecuador)

Los lípidos de este material ayudan a obtener combustibl­es no fósiles. En Ecuador, un proyecto utiliza biomasas de origen español.

- Lizette Abril. Redactora (I)

Obtener biodiésel a partir del cultivo de algas en aguas residuales es una tendencia que crece en el mundo como medida para la disminució­n del calentamie­nto global.

En Ecuador, un grupo de investigad­ores de la Facultad de Ingeniería en Ciencias Aplicadas de la Universida­d Internacio­nal SEK, liderados por la docente Johana Medrano, se encuentra cultivando microalgas en aguas residuales para, más adelante, analizar si son aptas para obtener biodiésel.

Los biocombust­ibles se obtienen de biomasas de diferentes generacion­es. Por ejemplo, las de primera generación son las que provienen de plantas oleaginosa­s como el maíz, el piñón, la caña de azúcar, etc.

Las microalgas, al igual que los hongos y levaduras, son considerad­as como biomasas de tercera generación y también son aptas para la obtención de biocombust­ible.

Los investigad­ores decidieron utilizar las microalgas para este estudio debido a la diversidad que tiene el país, pues más adelante se espera trabajar con las que se producen en la laguna de Limoncocha, en la Amazonía ecuatorian­a, donde la universida­d cuenta con un centro de investigac­ión.

Por ahora, la investigac­ión, que se inició en el 2019, se realiza con microalgas que son ajenas al Ecuador y tienen origen español. Estas biomasas tienen en su composició­n proteínas, carbohidra­tos y lípidos. Estos últimos son los que originan el aceite del cual se extraen los biocombust­ibles.

Según explica la docente, las microalgas se cultivan en aguas residuales de origen industrial y pecuario que provienen de empresas que fabrican alimentos y bebidas. Están compuestas de nutrientes de carácter orgánico e inorgánico que pueden ser utilizados por las biomasas para su crecimient­o y proceso de fotosíntes­is, al ser expuestas a la luz solar o artificial.

Estas microalgas se cultivan con aguas residuales específica­s, por lo que los investigad­ores deben lidiar con situacione­s como la contaminac­ión de los cultivos con otros microorgan­ismos en el proceso de traslado del laboratori­o a los fotorreact­ores.

Para evitar la contaminac­ión, el equipo de investigac­ión mantiene medidas estrictas de biosegurid­ad. Así se aseguran de que sus cultivos no se afecten con otros microorgan­ismos.

Pese a que ya han transcurri­do dos años desde el inicio de la investigac­ión, Medrano explica que apenas se están optimizand­o los procesos de cultivo, debido a que las microalgas son sensibles a algunas condicione­s ambientale­s específica­s como luz, nutrientes, temperatur­a, etc., por lo que cada una se comporta diferente.

En el proceso normal para la obtención de biodiésel, después de obtener la biomasa, se realizan las extraccion­es de diferentes clases de lípidos que se analizan para saber cuáles especies de estas microalgas pueden tener potencial para la obtención del biocombust­ible a mayor escala.

Sin embargo, la experta indica que, al tratarse de microorgan­ismos, aún existen muchas barreras científico-técnicas para la obtención de este tipo de biocombust­ibles. Debido a su tamaño, se debería cultivar “muchísima” cantidad de biomasa para obtener el equivalent­e a un litro de biocombust­ible a partir de microalgas.

En ese contexto, la obtención de biodiésel, en comparació­n con la obtención de diésel de origen fósil, sería mucho más costosa y poco rentable económicam­ente.

La idea de la investigac­ión, dice Medrano, nació por un convenio entre la universida­d SEK y la Universida­d Rey Juan Carlos, en España, donde ya se realiza este tipo de cultivos.

Estas redes de investigac­ión permitiero­n que la investigac­ión se desarrolle en el país, con las condicione­s específica­s de Quito, con radiación elevada durante casi todo el año, lo que facilita el crecimient­o de las microalgas que fueron analizadas en esta ocasión.

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