El Comercio (Ecuador)

Yanera constante busca a su hija Geovanna desde hace 10 años

- Ana Rosero. Redactora (I)

cada día, lo primero que hago es pedir a dios que cuide y bendiga a mi hija, donde quiera que esté”.

‘La última vez que hablé con ella, me dijo por celular que un muchacho, llamado Andrés, la invitó al cine. Desde el 4 de diciembre del 2010 nunca más escuché la voz de mi hija Geovanna Pérez. Han pasado casi 10 años y el Estado no me da respuestas.

Conoció al chico la noche anterior en una fiesta a la que acudió con su prima. Intercambi­aron sus números y quedaron para verse luego. El día de su desaparici­ón hablé con ella a las 16:30. Ahí me contó de la cita. Dos horas después, la llamé, pero no me contestó. Asumí que no respondía porque todavía seguía en el cine. Me preocupé cuando en la noche no se comunicaba conmigo.

Hablé con sus amigas, pero nadie me dio detalles. A las 21:00 salí a buscarla. Mi sobrina me acompañó a recorrer los hospitales de Ambato e incluso la morgue. No había ingresado ninguna joven con las caracterís­ticas de mi hija. La busqué por las calles hasta la 01:00 del día siguiente. Estaba angustiada. Todo fue terrible.

En la mañana fui a denunciar en la Policía, pero los agentes no la recibieron. Me dijeron que debían pasar 48 horas. No me quedé sin hacer nada. Con el padre de Geovanna, sus tíos y otros familiares la buscamos en quebradas, parques, plazas, y calles, pero no había rastro.

Recuerdo que ya cansada me senté de noche en una parada de bus junto a nuestra casa. Tenía la esperanza de que en cualquier momento se bajara de una unidad. Eso no pasó.

Cuando ingresé a la casa, me senté a llorar en la sala. Mi otra hija Dennisse, que en esa época tenía 10 años, se me acercó y me confortó.

Recién el 6 de diciembre del 2010 pude poner la denuncia por desaparici­ón en la Fiscalía de Tungurahua.

Desde ahí he pasado un viacrucis. 10 fiscales han estado a cargo del caso y ninguno me ha dado respuestas. El proceso sigue en la primera fase de investigac­ión.

Me duele que el primer agente haya intentado archivar el expediente tras el año de la desaparici­ón. Decía que mi hija, al ser mayor de edad, se había ido a vivir con el chico. Por suerte un abogado de la Defensoría Pública solicitó que el caso no se cerrara y un juez aceptó ese pedido.

Siento que hubo negligenci­a. El fiscal no tomó inmediatam­ente la versión a Andrés, que fue la última persona que estuvo con mi hija. Recién a los ocho años después de la desaparici­ón, allanaron la vivienda de él. Cuando lo hicieron, ya se había mudado de domicilio.

Algo similar ocurrió con la toma de la versión de los familiares del joven. Esa diligencia se practicó a los nueve años de los hechos. En los testimonio­s ellos dicen que no se acuerdan qué pasó esa noche.

Yo trabajo en el IESS y una vez por semana voy a la Fiscalía para conocer avances. Lo hago en mis horas de almuerzo. Recibo siempre la misma respuesta: que trabajan en la investigac­ión, pero no dan detalles.

Por eso acudí a la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH). En septiembre del 2018, mi abogada me ayudó a ingresar una solicitud a ese organismo. En un escrito relaté el caso y detallé que no se ha realizado una investigac­ión técnica.

La CIDH analizó el expediente y en mayo del 2020 pidió al Estado que, en un plazo de cuatro meses, explicara por qué no se sabe nada de Geovanna. También solicitó detalles de las investigac­iones. Ecuador debía enviar una respuesta hasta septiembre pasado, pero han pasado 10 meses y aún no cumple con ese pedido. Me deben el derecho a saber la verdad.

Con mis familiares hemos recorrido el país. En cada provincia pegamos afiches con su foto en paradas de buses, terminales, tiendas y mercados. Todo lo financio con mis propios recursos y con las contribuci­ones de parientes. Hemos colgado banderas con el rostro de ella en todos los puentes de Ambato.

Recuerdo que el 23 de junio último, por su cumpleaños, elaboramos un mural en esta ciudad. En una pintura plasmamos su rostro y frases exigiendo verdad y justicia.

Cada día que despierto, lo primero que hago es pedir a Dios que cuide y bendiga a Geovanna. Ahora no sé si está viva o muerta, pero seguiré luchando y no descansaré hasta encontrar a mi primera hija”.

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Yanera Constante (c) pintó con ayuda de amigos y familia un mural por su hija el pasado 23 de junio.
CORTESÍA • Yanera Constante (c) pintó con ayuda de amigos y familia un mural por su hija el pasado 23 de junio.

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