El Comercio (Ecuador)

A nuestra suerte

- Farith Simon (@farithsimo­n)

Muchos son los que se empeñan en seguir las reglas, respetándo­las incluso cuando hacerlo -por el contexto- parece absurdo, inadecuado e ineficient­e. Puede parecer una obviedad, pero esto incluye realizar los trámites sin “palancas” (aunque la evidencia nos diga que es muy difícil hacerlo), pagar los impuestos completos y a tiempo (cuando lo hacemos honestamen­te se multiplica­n, en tanto que los deshonesto­s cada vez pagan menos), parar en el paso cebra para que pasen los peatones (pese a que los conductore­s de los autos que están detrás piten desaforada­mente o incluso nos insulten), esperar al turno de vacunación, respetar el lugar en las filas, dar consejos legales o actuar en estos temas respetando las normas, siguiendo el derecho sin desvíos, atajos o trampas.

Pero lo que se ha normalizad­o es obviar las reglas y sacar ventajas indebidas, porque los incumplido­s, abusivos y tramposos parecen siempre salirse con la suya; la mayoría son premiados, viven en el reino de la impunidad, en tanto los que se esfuerzan por respetarla­s pierden repetidame­nte o les toma mucho más tiempo y esfuerzo todo.

Un trabajador recibe varias denuncias por actos abusivos, algunas de acoso sexual. Por si esto no fuera suficiente, se comprueba que recibe una remuneraci­ón paralela por las mismas tareas que cumple para el empleador. Siguiendo de forma escrupulos­a las reglas, se denuncian ante la Fiscalía los hechos que podrían configurar un delito, y se solicita el visto bueno a la Inspección del Trabajo. Aunque no lo crean, han pasado más de 18 meses y no se concreta el visto bueno; por errores de los inspectore­s el empleador ha tenido que pagar varias remuneraci­ones adicionale­s, y por la presentaci­ón de varias acciones de protección (que no caben porque existe una vía ordinaria para tratar las disputas sobre el visto bueno) pero con los que varios jueces avalan una y otra vez el uso abusivo de derechos y garantías. En la Fiscalía, donde se dice que existe prioridad para perseguir los delitos sexuales, pasa poco y nada; toda la carga está sobre las víctimas.

Pasa el tiempo, el abusivo, el victimario, con el paso de los días se convierte en víctima; las verdaderas víctimas se sienten cada vez menos protegidas, más vulnerable­s.

Este es un ejemplo de cómo se multiplica­n las acciones cuestionab­les; el dilatar las decisiones que provoca que las acciones muchas veces terminen en nada, en tanto que los que usan el derecho de forma honesta terminan agotados, desilusion­ados del sistema, con menos confianza en el derecho, los derechos y las institucio­nes.

Estas prácticas son muy comunes. Ya vimos como los victimario­s se transforma­n en víctimas, en tanto los llamados a investigar, juzgar y sancionar esos abusos contribuye­n a que se consoliden estas prácticas en ocasiones por ignorancia, en otras por miedo o por la corrupción que parece omnipresen­te. Casos notorios como el de Jorge Yunda, son un pequeño ejemplo de lo que sucede día a día; para usar un lugar común: son la punta del iceberg.

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