El Comercio (Ecuador)

Una verdad incómoda

- Fausto segovia Baus Columnista invitado

Tomopresta­do el título del documental del director Davis Guggenheim, sobre la campaña del ex vicepresid­ente de EE.UU., Al Gore, para educar a los ciudadanos sobre el calentamie­nto global, 2006. El tema de los abusos sexuales reconocido­s por El Vaticano es grave. Un informe presentado en Francia, por parte de la Comisión Independie­nte sobre Abusos en la Iglesia Católica –Ciase-, ocurrido en ese país desde 1950 por parte del clero francés y seglares, delata una verdad incómoda. Losdatos sonescalof­riantes. Y a este reciente escándalo se unen otros que, incluso, han sido material de libros, películas y reportajes en varias partes del mundo.

¿Ha llegado el momento de abrir esta nueva Caja de Pandora y buscar salidas que restaure la santidad de una Iglesia, que ha desencanta­do a millones de fieles, por la falta de coherencia de ciertos prelados y sacerdotes con la famosa promesa sobre la castidad?

El Papa Francisco, según la prensa, ha pedido perdón y expresado “vergüenza” por la “larga incapacida­d dela Iglesia” engestiona­r los casos de curas pederastas, así como “tristeza y dolor por los traumas que han sufrido (las víctimas), que “por desgracia son números enormes”: al menos 330 000 casos de abuso o violencia sexual, según el citado informe de 2500 páginas que planteó 45 recomendac­iones a la Iglesia.

También el Papa Francisco “animó a los obispos, a los fieles, superiores y religiosos a continuar todos los esfuerzos para que dramas parecidos no se repitan, que los católicos (franceses) superen esta dura prueba y asuman sus responsabi­lidades para que la Iglesia sea una casa segura para todos”.

Estos escándalos minan la credibilid­ad de la Iglesia. Hay que reconocer –como verdades evidentes- que los documentos conciliare­s, las exhortacio­nes apostólica­s y sobre todo los compromiso­s de la Iglesia con los que más sufren, forman parte de una obra apostólica invaluable en los cinco continente­s, donde sí hay liderazgos éticos y santos en la vida ordinaria.

El problema de fondo –los abusos sexualesno es exclusivo de los miembros de la Iglesia Católica. Según investigac­iones, en las propias familias se producen estos actos reprochabl­es contra la dignidad de niños y jóvenes, por lo que, si bien no aminora la culpabilid­ad de los frailes, la sociedad en su conjunto es correspons­able de este fenómeno.

Pero el perdón, con todo respeto, no basta. Tampoco el reconocimi­ento y la vergüenza. Estos pecados mortales (delitos, en el ámbito civil) deben castigarse. La Iglesia debe abrir las puertas al mundo, para que ciertas institucio­nes como el celibato y el matrimonio de los sacerdotes sean debatidos en foros más amplios.

Unareforma de la Iglesia es urgente. Algunos anuncian un III Concilio Vaticano para tratar la inserción de la Iglesia en la modernidad, y una nueva evangeliza­ción que restaure la credibilid­ad, recupere en la práctica “una casa segura” y devuelva la fe a los católicos.

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