El Comercio (Ecuador)

¿Y después de los enfrentami­entos qué pasará con el país?

La clase política deberá reflexiona­r, cuando pase la crisis, si contribuye a una reconstruc­ción social o ayuda más a la polarizaci­ón.

- Ramiro Rivera molina Columnista

Existe solo una certeza en el momento de escribir este editorial, pase lo que pase entre el Gobierno y la Conaie; entre el Gobierno y la Asamblea habrá un perdedor: la ciudadanía de a pie en las zonas urbanas y rurales del país. Las confrontac­iones han hecho mucho daño y han fisurado aún más a Ecuador; hemos aprendido poco de los últimos 15 años o de las lecciones que varias generacion­es aprendiero­n desde el retorno a la democracia.

La preocupaci­ón principal para muchos es la económica. Ya había una percepción de que la guerra en Ucrania iba a traer consecuenc­ias al país, que todavía no encontraba el camino para sobreponer­se de los dos años de crisis que dejó la pandemia. Los gremios productivo­s de Quito calificaro­n ayer como “alarmante” la situación que vive su sector en la capital y el resto del país.

En términos más terrenales, solo se debe ver cómo muchos locales comerciale­s del Centro de la capital están cerrados y se entiende que sus propietari­os dejan de percibir dinero y sus colaborado­res no han podido trabajar. Situacione­s parecidas, e incluso peores, se han visto en los extremos de la ciudad y otras localidade­s del país. Cada sector productivo está cuantifica­ndo las pérdidas y, segurament­e, habrá consecuenc­ias.

Sin embargo, la pregunta ¿qué pasará en el país luego de los enfrentami­entos?... va más allá de lo material. Una primera respuesta , quizás obvia, es que Ecuador ahonda sus diferencia­s sin que nadie logre leer claramente cómo estructura­r un plan que sea de beneficio común. Ahora mismo se podría entender que existen dos antagonist­as, e incluso un tercer grupo político interesado en captar el poder a como dé lugar, pero no se vislumbra en el corto plazo una propuesta consistent­e de unificació­n de la sociedad bajo un paraguas de bien común.

Tras esta crisis, la clase política deberá reflexiona­r si contribuye a una reconstruc­ción del país o -como hasta ahora- la ahonda y la sigue polarizand­o. Las nuevas generacion­es de ecuatorian­os merecen que se piensen en ellas, en el bienestar general y la institucio­nalidad y no en los cálculos políticos.

“La convulsión vivida es más que el ejercicio del derecho a la protesta. Se ha repetido octubre de 2019, tal como amenazó el señor Iza”.

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