El Diario (Ecuador)

¿En manos de quién estamos?

- FERNANDO PÉREZ SUÁREZ fernandope­rezsuarez@gmail.com

Un vecino tiene miedo de sacar su carro porque un par de veces, sin motivo alguno, lo han detenido en la carretera, donde los agentes de tránsito exigen dinero a cambio de no levantarle una multa; las carreteras de Ecuador son el escenario propicio para el chantaje. El producto de ese delito iba (o sigue yendo, según denuncia pública y confesa), en gran parte, a los bolsillos de varios asambleíst­as. Miles de usuarios llegan a hospitales de la seguridad social, donde para sus dolencias se ha unificado la medicina para sus tratamient­os: el paracetamo­l sirve para tratar toda la patología existente en el país. En tanto, los afectados por el cáncer u otra enfermedad catastrófi­ca agonizan o ya han muerto porque sus medicament­os no son adquiridos por el Estado, que debe velar por ellos. Allí, en esos lugares, que también les tocó en suerte de ruleta de feria a otros asambleíst­as, se juega con la vida y miles murieron y siguen muriendo por falta de medicina durante la pandemia. Prefiriero­n comprar mascarilla­s de uno en doce dólares para llenar sus bolsillos y nada les importa la vida, o la muerte, de miles (igual historia se dio en los hospitales del Ministerio de Salud). Otro asambleíst­a, detenido porque se ferió la plata del hospital de Pedernales, con la venia del Ejecutivo y con varios del Legislativ­o, nos ha demostrado que no queda nada por escandaliz­arnos. Mientras la vida se vuelve una lucha titánica por falta de previsione­s, el mandatario permite que la deuda externa sea tratada de manera misteriosa y los recursos que podían haber salvado gente y permitido reactivar ciertos sectores, se haya ido, quién sabe para dónde, por caprichos de un ministro. Y otro ministro le ha contado al mundo que somos un país en el que la pandemia se manejó de manera que somos paradigma de la región. Y el presidente no le ha dicho nada, cuando faltan 33 cadáveres por localizar en Guayaquil y sincerar las cifras de muertos, con dolor, la más alta del mundo tomando en cuenta la relación con la población. Centenares de jóvenes clamaban por un puesto en la administra­ción pública y se los pidieron a quienes ellos auparon al cargo de asambleíst­as; cumplieron con las aspiracion­es juveniles, a cambio de un porcentaje mensual de sus sueldos. Como diezmeros se los ha calificado a quienes incurren en esos atracos. Y la misma Asamblea, representa­nte de ese pueblo muerto, enfermo y estafado, se niega a juzgar a quienes siguen ocupando sus curules, alcahuetea­ndo a muchos delincuent­es. ¿Y Contralorí­a, Fiscalía y Judicatura? Haciéndole el juego a los poderosos. Y no sorprende que haya candidatos con grilletes y presos. ¿En manos de quién estamos en Ecuador?

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