Un poco de historia
Ruth Benedict plantea que la niñez, además de ser una etapa biológica reconocida, se inscribe en el ámbito de las construcciones sociales y, por lo tanto, está determinado por la cultura y su contexto. Ello quiere decir que es distinta en cada colectivo, cultura, pueblo, además que es vista de manera diferente en cada época histórica de la sociedad y que, desde hace poco, recién en la modernidad, se logra ver a la infancia como un grupo social diferenciado. Entonces la forma como nuestras sociedades ven a los niños y niñas, más que una realidad objetiva y universal, es un imaginario social. La sociedad entonces ha tenido distintas visiones sobre los niños, como la infancia angelical, aquella que lo mira positivamente, una época idílica y feliz, en la que los niños simbolizan la inocencia, la pureza y la vulnerabilidad. O la infancia, vista negativamente, que conlleva la necesidad de “corregir” la maldad o rebeldía inherente a la infancia, para lo cual requiere de maltratos y disciplina férrea. Y, por último, la infancia como representación ambivalente y cambiante, a momentos angelical, a momentos demoníaca. Ello proyecta la concepción del ser que no habla, porque no tiene algo valioso que decir y por tanto no vale la pena escucharlo.
Es decir, los niños y niñas han tenido históricamente poco valor social. Si nos remontamos a los orígenes de la sociedad, en las épocas en que el principal objetivo humano era la supervivencia y la actividad fundamental la recolección de alimentos, los niños eran incorporados a la actividad de los adultos, lo cual servía para que ellos aprendiesen la utilización de herramientas primitivas y contribuyeran en algo a la recolección de alimentos. Eran seres tan insignificantes que recién en el año 318 el emperador Constantino firmó el primer edicto contra el infanticidio, pues antes de ello eran asesinados libremente.
A partir de ello se fue paulatinamente reemplazando el asesinato por el abandono, así que tuvo el papa Inocencio III encargar a los hospicios de las instituciones religiosas poner un cesto empotrado a la pared que giraba, para que, en lugar de abandonar a los bebés en la calle, lo hicieran en el cesto. En la Revolución industrial, eran igual de explotados que los adultos, hasta que el Parlamento británico prohibió que los menores de 10 años trabajaran en minas y limitó el número de horas laborales.
Esta historia continuará…