Esperando una segunda ola
Luego de haber sobrevivido a un terremoto y sometido a una opresión sin precedentes por la sucesión de males como la crisis económica; de sufrir regímenes de inmoralidad que empuja a la corrupción; de sentir los estragos del desbarajuste mundial por el calentamiento global y el aumento de la violencia como efecto del narcotráfico desbordado que acelera la drogadicción mundial. Y ahora que la asesina pandemia mantiene a los ecuatorianos haciendo marionetas en la cuerda floja de la vida, luego de todo esto, digo, resulta criminal que nos irrespetemos, que seamos desconsiderados con nuestras propias vidas y la de nuestras familias, de la de quienes nos quieren y la de toda la colectividad, al desobedecer las medidas de protección para evadir o retrasar el contagio del implacable agresor. El coronavirus descarnó la precariedad del sistema de salud, que ya daba síntomas de agonía desde hace mucho. Pero, acostumbrados, como hemos estado, a esperar las cachetadas para reaccionar, el COVID- 19 fue el encargado de “hacer sangre la charra” para que sintamos lo cercano de la muerte por el desgobierno permanente en esa materia. Estamos en pendiente, esperando una segunda ola de contagiados, lo que nos obliga a cerrar filas en defensa de nuestras vidas. Y nuestra salud se verá mucho más mermada si, en tiempos electorales, se antepone el canibalismo político - que siempre ha imperado entre nosotros – a la razón de la existencia. Seguiremos cuesta abajo de continuar despedazándonos por pasiones, envidias, rencores, ambiciones o traumas de figuraciones y de poder. A nivel nacional se están presentando nuevamente exigencias de atención hospitalarias por el incremento de casos comprobados de coronavirus. Y en Manabí se continúa lamentando la pérdida de vidas, con gran expectativa en las repercusiones que podrían traer los deslices cometidos por festejos de Navidad y cambio de año. La pandemia ha trastocado todo, incluso el efecto cívico de las elecciones, cuya modalidad activa, presencial, sufre una limitación que pone a prueba la inteligencia y la responsabilidad de partidos y candidatos. Por eso hay que remecer la consciencia de los políticos para que dejen florecer sus buenas intenciones, desarrollando una campaña digna de su especie, con inteligencia dirigida al fortalecimiento humano y con propósitos defensores de la vida, el imperio del desarrollo comunitario, basado en la hermandad entre ecuatorianos. Seamos prudentes para no volver a sentir el terror de hace un año. No volvamos a poner al país en rojo. No apresuremos su desaparición.