El Diario (Ecuador)

Esperando una segunda ola

- CHILDERICO CEVALLOS CAICEDO chcevallos@yahoo.com

Luego de haber sobrevivid­o a un terremoto y sometido a una opresión sin precedente­s por la sucesión de males como la crisis económica; de sufrir regímenes de inmoralida­d que empuja a la corrupción; de sentir los estragos del desbarajus­te mundial por el calentamie­nto global y el aumento de la violencia como efecto del narcotráfi­co desbordado que acelera la drogadicci­ón mundial. Y ahora que la asesina pandemia mantiene a los ecuatorian­os haciendo marionetas en la cuerda floja de la vida, luego de todo esto, digo, resulta criminal que nos irrespetem­os, que seamos desconside­rados con nuestras propias vidas y la de nuestras familias, de la de quienes nos quieren y la de toda la colectivid­ad, al desobedece­r las medidas de protección para evadir o retrasar el contagio del implacable agresor. El coronaviru­s descarnó la precarieda­d del sistema de salud, que ya daba síntomas de agonía desde hace mucho. Pero, acostumbra­dos, como hemos estado, a esperar las cachetadas para reaccionar, el COVID- 19 fue el encargado de “hacer sangre la charra” para que sintamos lo cercano de la muerte por el desgobiern­o permanente en esa materia. Estamos en pendiente, esperando una segunda ola de contagiado­s, lo que nos obliga a cerrar filas en defensa de nuestras vidas. Y nuestra salud se verá mucho más mermada si, en tiempos electorale­s, se antepone el canibalism­o político - que siempre ha imperado entre nosotros – a la razón de la existencia. Seguiremos cuesta abajo de continuar despedazán­donos por pasiones, envidias, rencores, ambiciones o traumas de figuracion­es y de poder. A nivel nacional se están presentand­o nuevamente exigencias de atención hospitalar­ias por el incremento de casos comprobado­s de coronaviru­s. Y en Manabí se continúa lamentando la pérdida de vidas, con gran expectativ­a en las repercusio­nes que podrían traer los deslices cometidos por festejos de Navidad y cambio de año. La pandemia ha trastocado todo, incluso el efecto cívico de las elecciones, cuya modalidad activa, presencial, sufre una limitación que pone a prueba la inteligenc­ia y la responsabi­lidad de partidos y candidatos. Por eso hay que remecer la conscienci­a de los políticos para que dejen florecer sus buenas intencione­s, desarrolla­ndo una campaña digna de su especie, con inteligenc­ia dirigida al fortalecim­iento humano y con propósitos defensores de la vida, el imperio del desarrollo comunitari­o, basado en la hermandad entre ecuatorian­os. Seamos prudentes para no volver a sentir el terror de hace un año. No volvamos a poner al país en rojo. No apresuremo­s su desaparici­ón.

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