El Diario (Ecuador)

La hora de Manabí

- WALTER O. ANDRADE CASTRO wandrade17@yahoo.com

Es, como en todas las elecciones anteriores, “la Hora de Manabí”. La frase que luce llena de contenido, suena a obras futuras, a defensa de Manabí y sus institucio­nes, los políticos con el paso del tiempo la han transforma­do en la humilde parte de un ritual a utilizarse cada vez que un candidato peregrina por la provincia. Anteriorme­nte la recitaban en cada discurso, de barricada o no, con el solo deseo de llenar de esperanzas a los electores de una provincia angustiada por mil necesidade­s. Y no tenían el menor empacho en repetirla una y otra vez, porque se sorprendía­n del estado en que encontraba­n a la provincia y de la cara de desesperac­ión de la gente. Entonces “la Hora de Manabí”, tal como se ha oído en el pasado, nunca llegó porque solo fueron tres palabras que las unieron para dar forma a una frase que devino en una herramient­a que los políticos utilizaron - aún lo hacen - para abrirse paso por la provincia, ganar votos y nada más. No significó un compromiso y menos aún una obligación con nosotros. De modo que la realizació­n de lo importante para la provincia, de aquello que podría representa­r un cambio que nos llevara a días mejores, no ocurrió - si es que ocurrió - a su debido tiempo y por eso marchamos lentos. Aquí subyace la razón primigenia de nuestro atraso. ¿Qué hubiese pasado, por ejemplo, si el Gobierno Central hubiese decidido construir un aeropuerto internacio­nal hace 15 años? ¿Se imaginan cómo se habría desarrolla­do la inversión en turismo y cuánto empleo habría creado dicha actividad? ¿O si los hospitales estuvieran terminados y equipados? Ya seríamos un centro médico nacional de primer nivel o al menos atraería la atención del país. La razón entonces cae por su propio peso: el político viene, nos promete “el oro y el moro” y a la hora de decidir dónde invertir los fondos públicos, simplement­e piensa en sus prioridade­s y esas no están en Manabí. Pero aún en el supuesto caso que los políticos sí quisieran hacer algo por la provincia, no sabrían qué hacer. Ellos no sienten, no viven, no conocen ni creen en nuestras verdaderas necesidade­s, pero sí las de sus lugares de origen y zonas circundant­es. Y para ellos, invertir allá es su prioridad. Lo prueba la historia. Sin embargo, se puede cambiar. Manabí, después de más de un siglo, tiene a uno de sus hijos como candidato a la Presidenci­a. Ahora sí, entonces, podemos decir, con seguridad, que llegó “la Hora de Manabí”, la verdadera.

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