¿Se acaba el ingenio?
Amedida que avanza la campaña, la desesperación como que está haciendo mella en los asesores de imagen de algunos candidatos a la Presidencia de la República. El dialecto, las actitudes y más expresiones verbales y corporales les están siendo exigidas a los presidenciables - especialmente -, con dirección que peligrosamente los aproxima a la vulgaridad. Al parecer la tendencia es acercar más su imagen a lo juvenil, a lo popular, a la mayoría ciudadana, al populacho que suma votos, utilizando términos de uso grosero pero común, como un “qué ch ...”. O presumir, simulando animadamente, disparar sobre personas supuestamente representantes del mal, como medida a adoptar para el control delincuencial. O hacer bromas con morbosas segundas intenciones. O vestirse, ridículamente, a semejanza de “viuda” travesti. O hacer irresponsables piruetas en motocicletas para terminar en el suelo. O abusar de rituales citando elementos naturales e invocando dioses autóctonos. O prometer que el primer día, luego del triunfo, pegarse una “borrachera del carajo” con periodistas y otros más, dejando para después el trabajar. O anunciar que regalarán millones de dólares a los ciudadanos una vez que se logre el regreso del Mesías y se empiece una nueva cacería de brujas. ¿Es este el comportamiento que requiere el pueblo ecuatoriano de quienes desean ser su presidente? ¿Esa es la manera de mostrar a los electores sus potencialidades de administradores? ¿Esa es la conducta que seguirán como estadistas en el concierto de las relaciones internacionales? Vamos. Se está degradando severamente las obligaciones, comportamiento, funciones y responsabilidades del Presidente de la República de Ecuador, al imponérseles artimañas publicitarias que desdicen de las funciones del primer mandatario de una nación. A la pobreza económica, la pandemia salubrista, la peste de la corrupción, resulta irracional e irrespetuoso a la dignidad del ecuatoriano agregarle una pobreza más: la comunicacional. “Se puede tener por compañera la fantasía, pero se debe tener como guía la razón”, dijo Samuel Johnson, escritor inglés. Hay que seguir principios y defender con decisión y valor creencias y pensamientos, pero sin entregar el espíritu a la pasión ni al fanatismo desfigurador que crea esa turbulencia que arrastra al infierno toda buena intención. Y prudente es ponerse en la piel del contrincante, para entenderlo y programar una mejor estrategia, mejorando propuestas y la calidad de servicio a ofertar. Porque el bienestar colectivo es el objetivo de quien aspira a desempeñar una función pública para servir a la comunidad.