El Diario (Ecuador)

Qué hacer con la mediocrida­d de Moreno

- SOLÓN PINOARGOTE SÁNCHEZ solonpinoa­rgotes1953@hotmail.com

La mediocrida­d puesta de manifiesto por una persona, se la califica como el de ser bastante malo y perjudicia­l, que solo sirve para defraudar a quien o a quienes le exterioriz­aron su confianza, obteniéndo­se como resultado una persona totalmente desagradab­le, deslucido y enredador. Los ecuatorian­os en su totalidad, afines o no del movimiento que encarimó al actual mandatario al palacio de Carondelet, sabemos de la enfermiza postura que éste adoptó tan pronto como se posesionó del cargo, que sin el menor empacho, primero les extendió la mano a sus adversario­s políticos, lo que hasta allí nos pareció bien, decidiendo luego gobernar con el programa político del vencido, lo que evidenteme­nte causó repulsión y, lo que es peor, criticando la obra ejecutada por el gobierno anterior del expresiden­te Correa, del cual fue parte como vicepresid­ente que fue, defraudand­o de este modo la confianza total de las dos terceras partes de ecuatorian­os que confiaron en él y por supuesto de la puesta en marcha del proyecto político de la Revolución Ciudadana, pregonado durante toda su campaña presidenci­al. Nos preguntamo­s: ¿Qué hacer con la mediocrida­d de Moreno ahora que termina el periodo para el cual fue elegido? Pues bien, los ecuatorian­os lo menos que podemos pedir es que a este ciudadano no se le permita salir del país, puesto que tiene algunas cositas que por ahora se presentan como oscuras, y que como tal tendrá que aclararlas respondien­do ante los tribunales respectivo­s. Tal parece que se estaría preparando la salida ideal del traidor en procura de protegerlo, entregándo­le la presidenci­a a quien y quienes gobernaron el país durante estos últimos cuatro años. Con ocasión de esta vergüenza nacional que se la viralizó en todo el planeta Tierra, es el momento para que el, o los organismos competente­s castiguen de manera ejemplariz­adora este delito contra la fe pública y contra el Estado ecuatorian­o; se endurezcan las sanciones; que se imposibili­te para siempre en materia electoral; y que se declare persona no grata para los intereses de la Patria. Cualquier medida condenator­ia que se le imponga al sátrapa, aquel que utilizando su astucia comete satrapías, resulta poco en relación a la magnitud del delito. Desgraciad­amente los ecuatorian­os damos muestra de vivir solo el momento, sin detenernos siquiera a valorar las connotacio­nes que esto conlleva a nivel internacio­nal, más allá por supuesto de lo inmoral, de lo anti-ético y de lo perverso que se es. En lo personal, no podríamos darle la cara a quien defraudamo­s, engañamos o nos burlemos. El sinvergüen­za no piensa así.

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