Riqueza y pandemia
Así de sencillo… Todo lo que es de la tierra se queda en la tierra. Lo reafirma la pandemia del coronavirus con su virus altamente contagioso que todavía no desaparece. Por el contrario, en su paso mortal por nuestro país continúa llevándose a la tumba fría a seres humanos sin distinción. Incluso a pudientes adinerados, al ser sepultados de acuerdo a las normas sanitarias epidémicas vigentes, no les permiten llevar puesto sobre su cuerpo inerte ninguna de su propia vestimenta. Es inaceptable que existan seres humanos que vinieron al mundo y que de la noche a la mañana se convirtieron en millonarios, como negativas son las personas que no viven con lo que Dios le ha dado, sino que aparentan ser muy poderosos. Admirable es la actitud de los empresarios que surgen de su propio trabajo honesto, humanitario y transparente; sin avaricia están en primera fila en defensa del desarrollo y bienestar a través de la activación y reactivación económica y social de esta crisis, de la que todos somos responsables. De ahí que el aspecto de salubridad es muy importante. Entonces, si los ecuatorianos y especialmente los manabitas tenemos derecho, también estamos en la obligación de acudir a los puestos de vacunación. Acción que ayudará a reducir la agresividad del covid- 19, como a resistir la nueva ola de la famosa variante delta, con su peligrosa misión destructora y mortal. Entonces, digno de aprecio son los propietarios de compañías, haciendas y mansiones que se conduelen de los problemas que golpean diariamente la vida de los infortunados. Lo ideal sería que no sigan viviendo del dolor ajeno, tampoco se beneficien del sacrificio de los indigentes que caminan y viven con la basura. Frente a esta realidad, no hay que dudar que el país está viviendo a base de dos tendencias, ricos y pobres. A los de arriba les preocupa perder parte de su capital, a los de abajo les angustia no tener para sobrevivir. El error está en la soberbia de los que tienen, que no les permite ver a los que pasan necesidades, y muchos de los que tienen hambre usan la violencia para satisfacer sus carencias. Las dos opciones están equivocadas. Ante esto, el título de rico no puede seguir siendo motivo de orgullo, el de pobre no puede ser pretexto para ser abandonado. Importante es difundir la vida de los poderosos que reconocen lo que el menesteroso ha hecho por él. Finalmente, quiero que sepan los nuevos millonarios que nacen a la fuerza: La riqueza se queda en la puerta del cementerio, de ahí para adentro todos somos iguales.