El Diario (Ecuador)

Llegó el terminator

- MICHAEL FREDERIC FELDMAN gringomana­ba@gmail.com

Por 14 años Israel estuvo tratando de matar al Dr. Mohsen Fakhrizade­h, el líder del programa iraní para fabricar una bomba atómica. La mañana del 27 de noviembre de 2020 regresaba de su casa en la playa a Teherán acompañado por su esposa y tres carros más con guardias armados. Cerca de la unión de la ruta de la costa con la carretera a la capital estaba abandonada una camioneta vieja llena de chatarras y trapos sucios dejada por el Mossad, el servicio secreto Israelí. Escondido debajo de la basura había un rifle de francotira­dor conectado a una computador­a con reconocimi­ento facial e inteligenc­ia artificial (IA), lo que le permitía identifica­r su objetivo, apuntar y disparar automática­mente sin ninguna intervenci­ón humana. A la 1 de la tarde, cuando la caravana redujo la velocidad para pasar un rompeveloc­idades, el robot asesino disparó contra el motor del primer automóvil, parándolo. El Dr. Mohsen bajó la ventanilla y la IA lo identificó. Murió de tres balas en la columna, la esposa salió ilesa. En total se realizaron 15 disparos en menos de un minuto. Hecho su trabajo, el robot y el camión explotaron. Ya sea para lucirse o intimidar, Israel ha revelado los detalles del primer asesino por IA. Pero no se necesita IA para cometer errores trágicos y fatales con la tecnología. El 26 de agosto de este año, mientras los estadounid­enses huían de Afganistán, dos atacantes suicidas mataron a 60 personas fuera del aeropuerto de Kabul. Dos días después se rumoró que se avecinaba otro ataque. Los drones Parca armados con misiles Fuego Infernal buscaban prevenirlo. El último día de la retirada, un dron vio un sedán Toyota recoger una bolsa en una casa sospechosa y luego llenar el maletero con galones de líquido, concluyend­o que era un coche bomba. Su misil arrasó al coche y a sus 10 ocupantes. Según un general, una explosión secundaria cercana confirmó que el ataque era “justificad­o”. Después se supo que las víctimas eran un trabajador humanitari­o, su familia, y sus siete niños. El líquido era agua y la segunda explosión era gasolina extra para su fuga. El mismo general dijo que fue “un error trágico”. Así terminó la intervenci­ón militar de USA en Afganistán. La ciencia es un arma de doble filo que puede salvar o matar. Actualment­e somos como niños jugando con fósforos en una fábrica de fuegos artificial­es. Hasta en sus mejores momentos, la ciencia puede ser pervertida por el dinero y la política. En marzo del año pasado se probó en humanos la vacuna Pfizer. Si las pruebas, la producción y la distribuci­ón hubieran ocurrido de inmediato y a nivel mundial, se hubiera podido vacunar al mundo para fines de 2020 y el COVID sería un recuerdo ahora. Desafortun­adamente aún no hay un final a la vista.

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