Por qué pagamos impuestos
Uno de los mayores problemas de las sociedades a través de la historia es haber satanizado los impuestos, lamentablemente producto de abusos sobre todo en la época medieval, pero que en la actualidad se han convertido en un instrumento clave, si consideramos que los Estados tienen fundamentalmente tres formas de financiar las actividades propias del ejercicio del poder político, social, cultural y económico: los dividendos, producto de actividades productivas de propiedad pública, el endeudamiento público y la recaudación de impuestos.
El impuesto es “toda prestación obligatoria, en dinero o en especie, que el Estado, en ejercicio de su poder de imperio exige, en virtud de una ley, sin que se obligue a una contraprestación, respecto del contribuyente, directamente relacionada con dicha prestación”. Pero es clave entender que los impuestos no son un asunto relacionado únicamente a la eficiencia en el recaudo de recursos para el funcionamiento del aparato estatal, se trata de un asunto de justicia social y de validez del poder político como tal. Por ende, en las economías de mercado la política tributaria debe estar alineada a una adecuada redistribución del ingreso y la corrección de las brechas entre los ciudadanos que genera el libre juego de la oferta y la demanda.
Sociedades donde existen grandes diferencias entre unos pocos ricos que lo tienen todo y la gran parte de la población que no posee nada, están expuestas a inestabilidades permanentes en el ejercicio del poder, lo que termina en escenarios de ingobernabilidad e ilegitimidad de los gobiernos. Por lo tanto, los tributos representan un mecanismo de vital importancia en la consecución y conservación de mejores condiciones de vida para los ciudadanos, pues a través de su recaudo el Estado obtiene los recursos necesarios para corregir las distorsiones del mercado y generar capacidades individuales y sociales que le permiten proyectar un desarrollo sostenido y más justo.
Este contexto nos lleva a entender lo grave que es para una sociedad la evasión o elusión tributaria. Los llamados paraísos fiscales son mecanismos “legales” pero carentes de legitimidad, tanto para quienes sacan los recursos de sus países, como para quienes los reciben brindando condiciones que afectan fuertemente a los países, se estima que más de 600.000 millones de dólares se dejan de tributar en los territorios de origen amparados en estos centros de “corrupción legal” como se denominan. Finalmente debemos comprender a los tributos como la contribución por vivir en sociedad, pero sobre todo como la contribución para un desarrollo más equitativo y justo.