El benemérito valor de la casaca roja
La incorporación de tres modernos vehículos, para la defensa y protección de bienes y de vidas y combate a los incendios, constituye un paso más hacia el fortalecimiento de la seguridad comunitaria que el Cuerpo de Bomberos de Portoviejo ha incrementado en estos últimos años.
Las unidades adquiridas, construidas cubriendo requerimientos expresos de la institución portovejense para responder a las necesidades propias del cantón, no solo significan mayor poder de respuestas a las emergencias, sino el incremento de la capacidad, preparación y adaptación de los bomberos locales a las nuevas tecnologías. Y al manejo de las mismas para desarrollar con más eficiencia su labor benefactora.
Es notorio el cambio que la entidad benemérita presenta con gradual suma de mejoras para la atención a los requerimientos ciudadanos, adelantos que, si bien han aumentado, no están en consonancia proporcional al ritmo del crecimiento demográfico y cambios urbanístico-rurales del cantón.
Aquello limita la fuerza con que se acude a los auxilios, pues la movilidad depende del parque automotor que se tiene, tal como la eficiencia y coordinación lo están a los equipos de comunicación y de protección que poseen. Actualmente ambos aceptables, a pesar de las limitaciones económicas, lo que hace más probos a la entidad y a sus funcionarios.
Porque debemos estar claros que la voluntad y el interés por servir al prójimo son alentados mucho más cuando se dan facilidades para actuar, como en este caso a los operadores de esa mano amiga que permanentemente mantiene extendida el bombero como señal de humanidad, del valor y de la fraternidad que humildemente irradia en su entrega al beneficio comunitario. A veces hasta el sacrificio.
Por eso mi homenaje a los bomberos ecuatorianos en este, su día clásico. A los que visten la insignia roja del valor, esa casaca encendida por el fuego del civismo que no altera su significado cuando se vuelve azul. Y que se multiplica cuando toma el color mostaza del traje protector para el combate.
En especial al bombero manabita y portovejense, cuya larga vida institucional es un dechado de virtudes que blindan las fallas que pudieren presentarse, puesto que estas obedecen a las negligencias políticas que hacen que los gobiernos ignoren sus reales necesidades. Mis saludos a los combatientes del fuego en su día. Mis respetos a mis excompañeros que tuvieron el honor de haber servido en la institución y aún viven. Mis oraciones a quienes desde el cielo nos miran sintiendo el orgullo de haber sido bomberos voluntarios.