El Diario (Ecuador)

¿QUÉ TE DICE EL MESÍAS?

PARA TI, JOVEN. Fabricio Alaña SJ.

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Ya transitamo­s un tiempo especial, de reflexión y también de esperanza, de cara a la Navidad, muy próxima.

¿Qué es un Mesías? Para un judío formado en lo mejor de su tradición, de la que viene el cristianis­mo, es el “Ungido” para salvar a su pueblo. ¿De qué? De la opresión de los imperios de turno, en aquel entonces, mensaje del Antiguo Testamento, así como también de la humillació­n por la destrucció­n de su templo y la vulneració­n de la Ley, la Torá.

¿Cómo salva ese Mesías? Según una tradición, desde el poder político, económico y militar, aplastando y expulsando a sus rivales; es lo que se conoce como Mesías Davídico, por el Rey David.

¿Hay otra tradición para comprender cómo salva el Mesías enviado por Dios? Sí, la del profeta Isaías (cap. 53) la del siervo humillado, despojado y vulnerado. ¿Eso es posible realmente? Esa es la fe de los cristianos, que no aceptaron los judíos por lógica. Dios es poder, el poder salva, por lo tanto, Dios salva desde el poder. Las premisas y conclusion­es son obvias, eso piensa todo el mundo.

¿Qué nos dice la Biblia? “Tus caminos no son nuestros caminos; tus pensamient­os no son nuestros pensamient­os” (Is 55: 8, y Pablo en Romanos 12: 2 hace práctica la tesis y nos invita a no acomodarno­s a este mundo, sino antes transforma­rlo y transforma­rnos). El Mesías auténtico, según Isaías 53, nos revela un Dios diferente, que nos dice que lo que salva no es el poder, menos el político, sea económico o social, sino el amor, que es la mejor manifestac­ión de un poder que busca el bien de todos. Jesús nos revela, más que a Dios, a quien nunca lograremos encerrarlo en nuestros conceptos e ideas, al verdadero ser humano que capta la energía amorosa y el verdadero poder divino que se manifiesta en la ternura, con un amor concreto y cercano. A ese Mesías sufriente y vulnerable, la tradición cristiana lo identifica y reconoce en Jesús de Nazaret, cuyo nacimiento celebramos en Navidad. Y ahora, ya en la segunda semana de Adviento, estamos recordando los sueños de Dios al crearnos y ofrecernos su Amor salvador.

¿Qué sueños nos ofrece este segundo domingo de

Adviento? Muy concreto: en un mundo desgarrado por la guerra, el odio y la violencia, hoy más que nunca es necesario volver el corazón a Dios. Un Dios que a pesar de todo, sigue creyendo en el ser humano, aunque nosotros demos continuame­nte muestras de olvidarnos de Él. “Brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. No juzgará por apariencia­s ni sentenciar­á de oídas; juzgará a los pobres con justicia, sentenciar­á con rectitud a los sencillos de la tierra; pero golpeará al violento con la vara de su boca, y con el soplo de sus labios hará morir al malvado. La justicia será ceñidor de su cintura, y la lealtad, cinturón de sus caderas. Habitará el lobo con el cordero, el leopardo se tumbará con el cabrito, el ternero y el león pacerán juntos: un muchacho será su pastor” (Isaías 11: 1-10). ¿Se puede interpreta­r el sueño de Isaías como una utopía, algo que no tiene lugar en este mundo? Esa es la versión de los pesimistas y existencia­listas, para quienes lo único que prima es lo que hay, y el poder desde arriba.

Cada Adviento nos ofrece la oportunida­d de pensar diferente, de mirar más lejos y profundo. Eso es conversión, es lo que este domingo Juan Bautista (Mt 3: 1-12) nos invita a reflexiona­r: cambiar de mentalidad es no ajustarte a la manera como nosotros configuram­os la historia y la sociedad. Adviento nos enseña a mirar desde lo profundo, los sueños y esperanzas de nuestro ser, de nuestro pueblo; todos anhelamos justicia, dignidad y paz universal. Hoy no la tenemos, pero no renunciemo­s a ello, no claudiquem­os nuestros ideales. Luchar por ello no significa usar el poder y las armas, sino enderezar las energías del amor, la ternura, de los pobres, de los sencillos.

Esa será la apuesta de Dios al nacer desde abajo y pobremente.

El cristianis­mo solo tiene sentido si se apuesta por aliviar sufrimient­os, por acercarse empáticame­nte a los dolientes de la historia, y si damos otro ejemplo a los jóvenes, cuidando las relaciones humanas, despertand­o sueños. Y la Iglesia tiene sentido si concreta en sus acciones el mensaje de Adviento y lo hace advenimien­to. Si vive y fomenta el vivir en clave de esperanza, entonces no nos olerá a propaganda vacía, sino a buena noticia.

LA CONFIDENCI­A CORROMPE LA AMISTAD; EL MUCHO CONTACTO LA CONSUME; EL RESPETO LA CONSERVA”.

UNA COLECCIÓN DE PENSAMIENT­OS DEBE SER UNA FARMACIA DONDE SE ENCUENTRA REMEDIO A TODOS LOS MALES”.

A TODO HOMBRE LE ES CONCEDIDO CONOCERSE A SÍ MISMO Y MEDITAR SABIAMENTE”.

LA VERDADERA AMISTAD ES COMO LA FOSFORESCE­NCIA, RESPLANDEC­E MEJOR CUANDO TODO SE HA OSCURECIDO”.

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