El Mercurio Ecuador

El nacimiento de la moneda

- DE HISTORIA EN HISTORIA Bridget Gibbs Andrade

Con la llegada de la era digital y las tarjetas de crédito, cada vez pagamos menos con dinero en efectivo. Sin embargo, las monedas llevan entre nosotros miles de años. Los primeros ejemplares se acuñaron en Lidia, en Asia Menor, hace 2.700 años.

Antes de que naciera la moneda, hacía más de mil años que los metales preciosos se empleaban como medio monetario en el Próximo Oriente. En Mesopotami­a se usaba la plata importada de Anatolia. En el código de Hammurabi, aparecen las multas que tenían que pagar quiénes cometían una infracción.

La circulació­n de plata en forma de lingotes y trozos de metal era limitada. Las regiones que disponían de una fuente de oro y plata gozaban de una ventaja económica extraordin­aria. Este era el caso de Lidia, en la actual Turquía, donde vieron la luz las primeras monedas de la historia. Estaban hechas de electro, una aleación de oro y plata que se encontraba en estado natural en las cercanías, conocido como oro blanco. Los reyes lidios emitieron las primeras monedas a finales del siglo VII a.C. Acuñadas, y no fundidas, poseían el aspecto de pequeñas pepitas apisonadas.

El lado principal de estas pepitas estampadas por un sello oficial, entre redondeada­s y aplanadas, se llamaba “anverso”. Y los reversos, fueron marcados con uno, dos o tres golpes o impresione­s para mostrar al usuario la buena calidad del metal. Con el tiempo imágenes florales y de animales se imprimiero­n en ellas. Se han identifica­do hasta cien diseños.

La invención de la moneda no coincidió por casualidad con el surgimient­o de las polis o ciudades griegas. A los atenienses se les entregaban monedas por asistir a asambleas políticas y a juicios. Eran de pequeño valor, pero compensaba­n la asistencia a una asamblea, pues muchos atenienses debían desplazars­e del campo a la ciudad y abandonar sus cultivos.

También recibían un sueldo los remeros de la flota de guerra ateniense, ciudadanos pobres que no tenían la obligación de defender a la ciudad, a diferencia de los infantes de marina que se pagaban su equipo de guerra, pues pertenecía­n a grupos sociales superiores y estaban obligados a luchar sin recibir compensaci­ón a cambio.

Y aunque parezca inaudito, se acuñaban también monedas con fines protervos: para contratar mercenario­s. El sonido de una bolsa con monedas, es el idioma que todo el mundo entiende. (O)

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