De la calle saltó a la “fama”
Alejandra Coronel encontró a su perrito, “Jägger”, en las calles por esas coincidencias de la vida. “Siempre digo que yo no le salvé a él, sino él me salvó a mí”, expresa la estudiante de veterinaria.
Camino a casa observó como una “cosa chiquita” se escondía. El temor era evidente, así como sus lesiones en el cuello y cara, producto de posibles mordidas de canes más grandes.
Pero nada de esto pareció importarle, algo le decía que no lo deje abandonado a la intemperie. Miró a todo lado para ver si aparece su dueño, pero no había nadie alrededor. “Fue la mejor decisión de mi vida”, manifiesta.
Todos, incluidos sus padres Ruth González e Iván Coronel, estuvieron en contra de adoptar la mascota, a excepción de la caritativa joven. No lo querían porque Isabel, su hermana, tenía alergia.
Sin embargo, Alejandra lo llevó a un veterinario para sanar las heridas del animalito, que aparentemente fue abandonado cuando apenas tenía un mes de nacido. Gastó mucho dinero entre consultas, medicinas y vacunas.
Con el tiempo se fueron encariñando con el cachorro, que finalmente fue aceptado como un integrante más de la familia, a tal punto que siempre le preparan una fiesta de cumpleaños, con torta de zanahoria incluida, y una sesión de fotos realizada por su hermano mayor.
Alejandra lo bautizó con el singular nombre de “Jägger”, y para no dejarlo solo en casa le llevaba en un bolso a su universidad.
Las heridas de cachorro le dejaron secuelas, ya que su rostro quedó deforme. “Su cara es chueca y llama la atención de muchas personas, sobre todo cuando camina por las calles con su singular sonrisa”, sostiene entre carcajadas.
“Jägger” empezó a ser territorial a los seis meses (actualmente tiene 3 años y 8 meses) y jugaba bruscamente, razón por la cual decidieron contratar los servicios de un adiestrador de perros, quien todos los días le recoge en una buseta para llevarlo a pasear junto a otros perri- tos. (I)