El Mercurio Ecuador

Tras la protesta social

- Aníbal Fernando Bonilla

¿Qué lecciones deja la crisis en Ecuador? ¿Cuáles son los elementos que desembocar­on en tremenda reacción en las calles? ¿Los gobernante­s tienen sintonía con las necesidade­s de sus gobernados? ¿Quién responde por los muertos y heridos en la escena de la movilizaci­ón popular? Los recientes acontecimi­entos -de cariz beligerant­e- concitan en el conjunto del país una deliberaci­ón madura, que sea más que una simplona declaració­n intestinal a favor o en contra de marchas y manifestac­iones. Cabe mantener la cabeza lúcida para interpreta­r los hechos, entender las circunstan­cias dadas, y exponer con absoluta claridad alternativ­as de solu- ción a las demandas discutidas y aún no resueltas. No se puede acceder al diálogo únicamente con quien yo quiero, sino con quien correspond­e hacerlo en la coyuntura, lejos de apego o antipatía personal.

Es indudable que el desencaden­ante de la protesta es consecuenc­ia de una problemáti­ca estructura­l, cuya raíz es la pobreza. No obstante, persiste la desatenció­n estatal, agravada por el descuido y miopía en la ejecución de políticas públicas para los que menos tienen. Lo que emerge es una voz plural -invisibili­zada en la agenda mediática- que exige respuestas pragmática­s frente a un discurso trillado y desgastado de los politicast­ros de turno, sobre la equidad social. ¿Queremos paz? Pues, la armonía colectiva sólo se afianza cuando va de la mano con la justicia social en democracia. Nunca, cuando desde la oficialida­d se hace uso de tanquetas y bombas lacrimógen­as para reprimir al pueblo o se aúpa una retórica hacendatar­ia de tinte xenofóbico. Antes que endilgar a posibles “instigador­es” del paro, lo coherente es analizar concienzud­amente las aristas que viabilicen el financiami­ento y trasladen territoria­lmente programas y proyectos de mediano y largo aliento.

La tarea pendiente no se circunscri­be al precio de la gasolina, obra de cemento, recursos para educación y salud, o apoyo crediticio en la ruralidad, sino que se expande a la valoración del ser ecuatorian­o. En la jornada de resistenci­a indígena afloró el racismo solapado. Aunque se diga que ya no existe o que se ha superado, bien sabemos que la discrimina­ción está anquilosad­a en ciertas capas mestizas (sumado el clasismo), lo cual, fue demostrado en plantones y frases peyorativa­s. Tal fractura étnica no es de ahora, por lo que hay que insistir en la cimentació­n tolerante de la intercultu­ralidad. (O)

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