La piedad popular, lugar para el encuentro y la evangelización
El Pueblo de Dios participa activamente en los actos de piedad popular: peregrinaciones, procesiones, pases del Niño, visitas a los santuarios y novenas. Los fieles se identifican con estas celebraciones y lugares sagrados porque descubren la cercanía del amor verdadero; se sienten acogidos, comprendidos y perdonados por un Dios que se hace pobre y humilde como ellos, que conoce las alegrías y las tristezas del pueblo.
La religiosidad popular tiene un espacio especial de expresión de la fe en los acontecimientos festivos, como el Pase del Niño. Movido por su piedad, el pueblo sencillo acude al a estas fiestas, recuerda que su origen está en el Señor, así como también que el Dios que nos amó una vez no deja nunca de hacerlo y nos acompaña en el camino de la vida. De una forma especial, los santuarios, pero también las celebraciones religiosas del pueblo, son lugares de misericordia, oración, sanación y esperanza.
Guiados por el sensus fidei, los humildes han descubierto el camino sinodal, conocen por experiencia lo que significa caminar y rezar juntos, saben trabajar
Dios siempre se revela a los pobres y los convierte en anunciadores de la Buena Noticia, como lo hizo con los pastores de Belén, quienes regresaron a sus campos glorificando a Dios por lo que habían visto y oído.
El Pase del Niño se convierte en el mejor testimonio de unidad, trabajo y sana alegría que se ofrece desde Cuenca para todo el Ecuador.
juntos en ambiente fraterno y solidario. Dios siempre se revela a los pobres y los convierte en anunciadores de la Buena Noticia, así como lo hizo con los pastores de Belén, quienes regresaron a sus campos glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto (Cf. Lc. 2,20).
La espiritualidad católica, desde sus distintas expresiones tan vivas y significativas, puede salir al
rescate del ser humano, de su identidad y de su vocación a la vida. En ella “aparece el alma de los pueblos latinoamericanos y es el precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina, y que ella debe proteger, promover y, en lo que fuera necesario, también purificar” (Benedicto XVI, Discurso inaugural de Aparecida, 2007).
Celebrar nuevamente este año el Pase del Niño, con profunda gratitud al Dios de la Vida, nos lleva a reconocer que es una manifestación de auténtica fe católica y no solo un acto cultural. Descubrimos que, acontecimientos como éste, son espacios desde los cuales el mismo pueblo, como sujeto, vive y transmite la fe. Por eso decimos que el Pase del Niño, bien organizado, y sin perder su originalidad cristiana, se convierte en el mejor testimonio de unidad, trabajo y sana alegría que se ofrece desde Cuenca para el Ecuador, especialmente en estos momentos de división, violencia y crisis generalizada.
La riqueza y belleza de la piedad del pueblo nos compromete a formar a los agentes de pastoral, especialmente a nuestros sacerdotes, en su capacidad para acompañar con actitud de servicio y ser una presencia evangelizadora en los lugares de práctica de la religiosidad popular.
Valoremos los espacios privilegiados de vivencia de la piedad popular, como una forma de acercarnos al pueblo sencillo, que tantas veces está distante de las formas organizadas de pastoral parroquial (Cf. Reflexiones y propuestas pastorales a partir de la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe 2022, nn. 294-296).