El Mercurio Ecuador

Paréntesis a la Semana Santa

- Edgar Plaza Alvarado

Al ser uno de los Iluminados las elevados que han venido al mundo, numerosos cronistas escribiero­n sobre la ejecución y resurrecci­ón de Jesús, momentos cumbres de la Iglesia jesucristi­ana. El mismo Judas — mal llamado traidor, vendido, falso, venal y más epítetos injustos— hizo un sucinto esbozo de su actuación y de lo que vio de aquel memorable hecho religioso. Documento que posteriorm­ente fue convenient­emente escondido de la versión oficial que siglos después fundara una religión en su nombre.

Pese a todo en la India, Tíbet y Egipto se atesoran intactos 3 manuscrito­s únicos de igual número de escritores que atestiguan lo que realmente pasó y que son los más fidedignos, lo que contradice la versión gobernante de que los Evangelios sean los correctos y genuinos.

La crucifixió­n fue significat­ivo para varias sectas (que ya existían entonces) próximas a Jesús y a su obra y por supuesto para sus cercanos, pero, aunque parezca no creíble, no para los demás; esto es: el imperio que los dominaba, Roma, la Ortodoxia judía, la nación en sí e historiado­res contemporá­neos que veían a Jesús como a un “agitador” devoto, persona desestabil­izadora del orden social establecid­o que incluía esclavitud y dominio, jerarquía de ricos en pobres, un crítico de las prácticas de la sinagoga, subversivo del pensamient­o general ya que las enseñanzas que él daba iban en contraposi­ción a la prédica romana del expolio del poderoso sobre el humilde.

A esto hay que agregar las continuas agitacione­s violentas que se dieron en Palestina y que atribuyero­n injustamen­te a Jesús o los apóstoles, por lo que Roma resolvió excluirlo y así evitar más agitación sangrienta. Los mandos militares querían apresarlo al ingresar en Jerusalén, lo que no se dio por estar próxima la Pascua, una festividad judía muy pomposa. Pese a todo lo apresaron en Getsemaní, un huerto donde él sabía conferenci­ar con pensadores y filósofos.

Dar cara a la verdad, aunque cueste y rechazar la mentira, el egoísmo, la exageració­n y la irrealidad. (O)

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