Eficacia y eficiencia
Dos términos que escuchamos en todos los espacios y tiempos, sobre todo, en los discursos de políticos, politiqueros y en los informes de jefes o responsables de oficinas, departamentos e incluso de ministerios y afines al gobierno. Dos términos que en cuanto a su significado algunos desconocen, confunden o se manejan subrepticiamente sin corresponder a la realidad, recordando que: eficacia es la capacidad para alcanzar un objetivo sin importar si se le ha dado el mejor uso de los recursos, en tanto que eficiencia se refiere a la mejor utilización de los recursos.
En este contexto, es necesario exigir al nuevo gobierno que se trabaje con eficacia y eficiencia, en función del manejo adecuado de los escasos recursos económicos que se dispone, recordando que el mismo Presidente recalcó que la caja fiscal está casi vacía.
Eficacia y eficiencia se cumplirían cuando el gobierno disminuya la burocracia inoperante que le rodea, cuando se eliminen algunos Consejos, Institutos, Secretarías, Direcciones, Empresas, Corporaciones y afi- nes que no justifican su existencia, cuando se deje de priorizar a aportantes de la campaña, partidarios, familiares, amigos y amigos de los amigos, cuando se respete las carpetas y sus contenidos de aspirantes a cargos, cuando los concursos sean verdaderos concursos, cuando dejen de aparecer creaciones y nombramientos fantasmas, cuando tengan las mismas oportunidades las mayorías que no votaron por el candidato triunfador, y, sobre todo, cuando se deje de pensar que hay que aprovecharse de las “oportunidades en los puestos púbicos” para enriquecerse.
El gobierno anterior inició su mandato pregonando que: “hay que bajar la grasa al Estado obeso”, pero resultó que se lo engordó más, por ello, el gobierno de Noboa debe manejar con eficacia y eficiencia los recursos, caso contrario, olvídese de la reelección “programada”, siendo lo más preocupante que se aprovecharán los “roba recursos” y la posibilidad, no tan lejana, de que el que el pueblo reclame en las calles. (O)
Las instituciones académicas forman parte de la sociedad, y por esa razón se teje en ellas las mismas relaciones asimétricas que provocan inequidades. De ahí la importancia de visibilizar los problemas de violencia en contra de la mujer en el ámbito académico. Si bien es cierto que hemos avanzado en términos de derechos, y que en los últimos años se han impulsado políticas y reglamentos internos para reducir este problema, todavía son evidentes las desigualdades manifestadas en una serie de expresiones como: la discriminación salarial, la menor cantidad de publicaciones científicas de mujeres, el bajo porcentaje de participación femenina en puestos de decisión (techo de cristal), la falta de conciliación entre la vida laboral, familiar y personal, el ejercicio laboral durante la maternidad sin centros de cuidado infantil en las universidades, tasas de matrícula universitaria similares en hombres y mujeres que contrastan con tasas de egresamiento mayores en hombres.
Estas condiciones y otras conforman el contexto donde la vida académica de la mujer debe sortear obstáculos constantes, y deben convocar a una reflexión profunda de la sociedad para desarrollar estrategias que permitan asegurar un mejor futuro a nuestras niñas y adolescentes. Recordemos que la violencia en contra de la mujer es una expresión de la desigualdad que existe en nuestra sociedad, que atenta contra los derechos humanos. (O)