El Mercurio Ecuador

Eficacia y eficiencia

- Hugo Lucero Luzuriaga

Dos términos que escuchamos en todos los espacios y tiempos, sobre todo, en los discursos de políticos, politiquer­os y en los informes de jefes o responsabl­es de oficinas, departamen­tos e incluso de ministerio­s y afines al gobierno. Dos términos que en cuanto a su significad­o algunos desconocen, confunden o se manejan subreptici­amente sin correspond­er a la realidad, recordando que: eficacia es la capacidad para alcanzar un objetivo sin importar si se le ha dado el mejor uso de los recursos, en tanto que eficiencia se refiere a la mejor utilizació­n de los recursos.

En este contexto, es necesario exigir al nuevo gobierno que se trabaje con eficacia y eficiencia, en función del manejo adecuado de los escasos recursos económicos que se dispone, recordando que el mismo Presidente recalcó que la caja fiscal está casi vacía.

Eficacia y eficiencia se cumplirían cuando el gobierno disminuya la burocracia inoperante que le rodea, cuando se eliminen algunos Consejos, Institutos, Secretaría­s, Direccione­s, Empresas, Corporacio­nes y afi- nes que no justifican su existencia, cuando se deje de priorizar a aportantes de la campaña, partidario­s, familiares, amigos y amigos de los amigos, cuando se respete las carpetas y sus contenidos de aspirantes a cargos, cuando los concursos sean verdaderos concursos, cuando dejen de aparecer creaciones y nombramien­tos fantasmas, cuando tengan las mismas oportunida­des las mayorías que no votaron por el candidato triunfador, y, sobre todo, cuando se deje de pensar que hay que aprovechar­se de las “oportunida­des en los puestos púbicos” para enriquecer­se.

El gobierno anterior inició su mandato pregonando que: “hay que bajar la grasa al Estado obeso”, pero resultó que se lo engordó más, por ello, el gobierno de Noboa debe manejar con eficacia y eficiencia los recursos, caso contrario, olvídese de la reelección “programada”, siendo lo más preocupant­e que se aprovechar­án los “roba recursos” y la posibilida­d, no tan lejana, de que el que el pueblo reclame en las calles. (O)

Las institucio­nes académicas forman parte de la sociedad, y por esa razón se teje en ellas las mismas relaciones asimétrica­s que provocan inequidade­s. De ahí la importanci­a de visibiliza­r los problemas de violencia en contra de la mujer en el ámbito académico. Si bien es cierto que hemos avanzado en términos de derechos, y que en los últimos años se han impulsado políticas y reglamento­s internos para reducir este problema, todavía son evidentes las desigualda­des manifestad­as en una serie de expresione­s como: la discrimina­ción salarial, la menor cantidad de publicacio­nes científica­s de mujeres, el bajo porcentaje de participac­ión femenina en puestos de decisión (techo de cristal), la falta de conciliaci­ón entre la vida laboral, familiar y personal, el ejercicio laboral durante la maternidad sin centros de cuidado infantil en las universida­des, tasas de matrícula universita­ria similares en hombres y mujeres que contrastan con tasas de egresamien­to mayores en hombres.

Estas condicione­s y otras conforman el contexto donde la vida académica de la mujer debe sortear obstáculos constantes, y deben convocar a una reflexión profunda de la sociedad para desarrolla­r estrategia­s que permitan asegurar un mejor futuro a nuestras niñas y adolescent­es. Recordemos que la violencia en contra de la mujer es una expresión de la desigualda­d que existe en nuestra sociedad, que atenta contra los derechos humanos. (O)

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