Signos de la verdadera Navidad
La fiesta del nacimiento del Señor está llena de tradiciones y signos, todos nos hablan de la presencia de Dios entre nosotros. Los signos más conocidos son el pesebre, las luces, las flores, el árbol, los cantos alegres, los pases del Niño y la generosidad con los pobres. Es muy evidente el significado religioso de los pesebres o nacimientos. San Francisco de Asís fue el que instituyó esta costumbre. En la víspera de Navidad del 1223, movido por el deseo de revivir el nacimiento del Señor en el establo, realizó el primer Nacimiento del que se tenga noticia.
En nuestros pesebres se destaca la presencia de la Sagrada Familia: Jesús, María y José. Estos personajes se convierten en modelo y ejemplo para toda familia cristiana, por eso decimos que la Navidad es una fiesta familiar. La familia se reúne en torno al nacimiento de Jesús para orar en común y hacer buenos propósitos. Contemplando a la Santa Familia descubrimos que Dios nos llama al amor, a ejercitar el diálogo fraterno,
Nuestra solidaridad
la paciencia, el respeto, la obediencia, el trabajo y la nobleza de corazón para perdonarnos mutuamente.
La alegría navideña la expresamos con cánticos populares, como los famosos villancicos. Son un medio muy práctico para catequizar especialmente a los niños. Este signo es un
No olvidemos que Navidad es descubrir al niño Jesús presente en el hermano necesitado, es compartir lo que hemos recibido, comenzando por la fe y el pan de cada día.
Dios viene para quedarse con nosotros y nos pide que cuidemos de nuestros hermanos.
llamado a convertirnos en misioneros de la alegría, porque Dios viene a salvarnos. No podemos hablar de Jesús con amargura, así no entusiasmamos a nadie. El Señor, cuando nos habla de Reino de Dios, lo compara con una fiesta, un banquete de bodas al que todos estamos invitados. Esta es la alegría que no puede faltarnos, llena de confianza
en el Señor porque nos ama y espera que seamos generosos para compartir lo que de Él hemos recibido.
Si nos quedamos solo en manifestaciones externas de religiosidad y no llegamos al encuentro con Dios y al compromiso cristiano, terminamos nuestras fiestas cansados, vacíos, más egoístas y sin esperanzas. Hemos cumplido con tradiciones bonitas, pero sin cambiar el corazón. No olvidemos que Navidad es descubrir al niño Jesús presente en el hermano necesitado, es compartir lo que hemos recibido, comenzando por la fe y el pan de cada día.
No dejemos que la Navidad se contamine con el consumismo y la indiferencia. Sus símbolos, especialmente el pesebre de Belén, nos devuelven a la certeza que llena de paz nuestro corazón, a la alegría por la Encarnación, al Dios que vive con nosotros. Dios viene para quedarse con nosotros y nos pide que cuidemos de nuestros hermanos, especialmente de los más pobres, débiles y frágiles, a quienes el mundo margina.
Esta fiesta “nos invita a contemplar, por una parte, el drama del mundo, en el que el hombre herido por el pecado busca misericordia y salvación, y por otra, la bondad de Dios que vino a su encuentro, para hacerlo participar de su amistad y de su vida” (Papa Francisco). Dios que se pone en nuestras manos y la actitud de María dándonos a su Hijo, nos recuerdan que si no compartimos lo que somos y tenemos jamás descubriremos el verdadero sentido de la Navidad. Los detalles materiales y gestos de felicitación que ofrecemos a los demás tienen que prolongarse durante todo el año.