El Mercurio Ecuador

Signos de la verdadera Navidad

- + Marcos Pérez Caicedo/ Arzobispo de Cuenca

La fiesta del nacimiento del Señor está llena de tradicione­s y signos, todos nos hablan de la presencia de Dios entre nosotros. Los signos más conocidos son el pesebre, las luces, las flores, el árbol, los cantos alegres, los pases del Niño y la generosida­d con los pobres. Es muy evidente el significad­o religioso de los pesebres o nacimiento­s. San Francisco de Asís fue el que instituyó esta costumbre. En la víspera de Navidad del 1223, movido por el deseo de revivir el nacimiento del Señor en el establo, realizó el primer Nacimiento del que se tenga noticia.

En nuestros pesebres se destaca la presencia de la Sagrada Familia: Jesús, María y José. Estos personajes se convierten en modelo y ejemplo para toda familia cristiana, por eso decimos que la Navidad es una fiesta familiar. La familia se reúne en torno al nacimiento de Jesús para orar en común y hacer buenos propósitos. Contemplan­do a la Santa Familia descubrimo­s que Dios nos llama al amor, a ejercitar el diálogo fraterno,

Nuestra solidarida­d

la paciencia, el respeto, la obediencia, el trabajo y la nobleza de corazón para perdonarno­s mutuamente.

La alegría navideña la expresamos con cánticos populares, como los famosos villancico­s. Son un medio muy práctico para catequizar especialme­nte a los niños. Este signo es un

No olvidemos que Navidad es descubrir al niño Jesús presente en el hermano necesitado, es compartir lo que hemos recibido, comenzando por la fe y el pan de cada día.

Dios viene para quedarse con nosotros y nos pide que cuidemos de nuestros hermanos.

llamado a convertirn­os en misioneros de la alegría, porque Dios viene a salvarnos. No podemos hablar de Jesús con amargura, así no entusiasma­mos a nadie. El Señor, cuando nos habla de Reino de Dios, lo compara con una fiesta, un banquete de bodas al que todos estamos invitados. Esta es la alegría que no puede faltarnos, llena de confianza

en el Señor porque nos ama y espera que seamos generosos para compartir lo que de Él hemos recibido.

Si nos quedamos solo en manifestac­iones externas de religiosid­ad y no llegamos al encuentro con Dios y al compromiso cristiano, terminamos nuestras fiestas cansados, vacíos, más egoístas y sin esperanzas. Hemos cumplido con tradicione­s bonitas, pero sin cambiar el corazón. No olvidemos que Navidad es descubrir al niño Jesús presente en el hermano necesitado, es compartir lo que hemos recibido, comenzando por la fe y el pan de cada día.

No dejemos que la Navidad se contamine con el consumismo y la indiferenc­ia. Sus símbolos, especialme­nte el pesebre de Belén, nos devuelven a la certeza que llena de paz nuestro corazón, a la alegría por la Encarnació­n, al Dios que vive con nosotros. Dios viene para quedarse con nosotros y nos pide que cuidemos de nuestros hermanos, especialme­nte de los más pobres, débiles y frágiles, a quienes el mundo margina.

Esta fiesta “nos invita a contemplar, por una parte, el drama del mundo, en el que el hombre herido por el pecado busca misericord­ia y salvación, y por otra, la bondad de Dios que vino a su encuentro, para hacerlo participar de su amistad y de su vida” (Papa Francisco). Dios que se pone en nuestras manos y la actitud de María dándonos a su Hijo, nos recuerdan que si no compartimo­s lo que somos y tenemos jamás descubrire­mos el verdadero sentido de la Navidad. Los detalles materiales y gestos de felicitaci­ón que ofrecemos a los demás tienen que prolongars­e durante todo el año.

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La alegría de la navidad se vive a plenitud en las calles e iglesias de Cuenca con el encendido de luces.

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