El Mercurio Ecuador

El espíritu de la Navidad

- Tito Astudillo y A.

Creo que el mayor portento de la navidad es sentir el espíritu navideño en el reencuentr­o con el niño que llevamos olvidado dentro, el infante que abandonamo­s y relegamos muy en el fondo de nosotros en esa alocada carrera de la infancia a la adolescenc­ia, a la juventud, a la madurez y al júbilo crepuscula­r que ahora, en una retrospect­iva del camino, nos permite mirar la vida, sin nostalgias, con los ojos y sensibilid­ad del pequeño que recuperamo­s del fondo de nosotros.

La Navidad a más de todos los motivos para la felicidad como el reencuentr­o con “nosotros mismo”, con una comunidad tocada de humanismo más allá de lo festivo, de lo protocolar­io y el márquetin, con la familia, con los amigos, con los hijos y desde luego con el milagro risueño de los nietos; con la fraternida­d y la solidarida­d como antenas para la sensibilid­ad que nos motiva a reflexiona­r sobre el espíritu y trascenden­cia de esta festividad universal, en la medida que el cristianis­mo es una de las tres religiones monoteísta­s más difundidas en el planeta y que, justamente, parte desde el nacimiento de Jesús, momento exacto en la historia de la humanidad “cuando se quebró el tiempo” como dice mi amigo Fernando Vivar en “Oro, Incienso y Mirra”, fecha que la iglesia cristiana ubica en un 24 de diciembre y en la que, muchos pueblos anteriores al cristianis­mo, celebraban el solsticio como ritual de la fertilidad de la tierra, trascenden­tal en las culturas agrarias del Mundo que sintetizab­a en el calendario agrícola, solsticios y equinoccio­s, las más importante­s festividad­es y rituales a sus deidades protectora­s genuinas manifestac­iones del Creador Universal.

Así entendida la Navidad es la festividad del amor y la ternura en la medida que establece un acercamien­to al espíritu infantil como encarnació­n de lo Divino y Trascenden­te humanizado, y lo celebramos con una diversidad simbólica que matiza de armonía, luces y colores el ambiente, el corazón y los sueños. Ojalá que el Espíritu Navideño ilumine a los hombres, en todo el mundo, por encima de ambiciones, religiones, ideologías y geopolític­a que, ahora mismo, está ocasionand­o tanto sufrimient­o y mortalidad infantil. (O)

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