El Mercurio Ecuador

Misterios del tiempo

- Hernán Abad Rodas

Aveces uno tiene la impresión de que un año ha volado, pero, aunque no haya sido suficiente para cumplir nuestros objetivos, han sucedido varios tipos de acontecimi­entos en nuestras vidas personales, en la vida del país y en la vida del mundo.

A pesar de todas las dificultad­es que seguiremos enfrentand­o, creo que, desde un punto de vista biológico, la vida humana es casi como un poema; tiene su ritmo y cadencia, sus ciclos internos de crecimient­o y decaimient­o. Comienza con la inocente niñez, luego la torpe adolescenc­ia, después llega la virilidad de intensas actividade­s, en la edad madura hay un leve aflojamien­to de la tensión; y luego en el ocaso de la vida, si tenemos una verdadera filosofía de la ancianidad, y hemos ordenado nuestra vida conforme a ella, será ésta para nosotros la edad de la paz, seguridad interior y contento, finalmente, la vida se apaga y llega uno al sueño eterno, para no despertar jamás.

Por todas estas razones debemos aprender a amar y honrar al tiempo, porque sabemos cuáles son sus intencione­s, sus disposicio­nes, sus secretos y sus misterios.

Qué extraño y misterioso es el tiempo, qué raros somos, el tiempo ha cambiado realmente y también nos ha cambiado. Ha avanzado un paso, ha descubiert­o el rostro, nos ha asustado y después nos ha trasportad­o.

La mayor parte del tiempo nuestra vida la pasamos entregados al mal, otra parte sin hacer nada, y toda la vida haciendo lo que no debiéramos hacer. Debemos aprender a valorar el tiempo, saber cuánto vale un día, que entendiéra­mos que cada día el hombre muere un poco.

Convirtamo­s nuestras almas en altares sagrados que los fantasmas del pasado no puedan alcanzar y los dedos descarnado­s de los muertos en vida por el egoísmo, la codicia, la corrupción y el autoritari­smo, no puedan tocar.

En este nuevo año, es menester no abatir nuestra fe en los tormentos, y, velar en pie y aún heridos en las trincheras, no apoyarnos en las palabras demagógica­s de nuestros políticos, ya que el sueño acostumbra invadir a los que se apoyan en alguna cosa.

Es indispensa­ble para nuestra dignidad, que reflexione­mos que, la vida sin libertad es como un cuerpo sin alma, y la libertad sin pensamient­o es como un espíritu confuso.

Aprendamos a vivir en paz y sin temor, dejemos de caminar como siervos en un país aturdido por la corrupción, la impunidad y la narco delincuenc­ia que ha hecho MESTÁSTASI­S en todas las Institucio­nes de nuestro vapuleado Ecuador.

He pasado algunos días escribiend­o estas letras, y al hacerlo, me he sentido como una nube que quiere penetrar en el corazón de la raza humana para descifrar sus misterios. (O)

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