El Mercurio Ecuador

LOS HERMANOS

Paula y David Vega son selecciona­dos provincial­es y nacionales. El negocio de sus padres les ha permitido salir adelante tanto en los estudios como en uno de los deportes más costosos.

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Paula y David Vega Campoverde son hermanos que comparten la pasión por el triatlón. En sus tiempos libres y en temporadas de gran movimiento económico, se transforma­n en comerciant­es y ayudan a sus padres Fernanda y Fabián en la venta de ropa.

Su padre es sastre-bordador, oficio que lo heredó de sus progenitor­es. “Soy artesano calificado”, dice con orgullo y no es para menos. De su destreza para confeccion­ar ropa ha sacado adelante a su familia. Su esposa lleva la logística del negocio, atiende a los clientes y se encarga de la facturació­n.

“Es una forma de sobrevivir digna desde todo punto de vista. Mis padres siempre me han enseñado lo que es humildad, trabajo y disciplina”, indica Fabián al tiempo de reconocer el esfuerzo adicional que hace su esposa para trasladar a sus hijos de la casa al entrenamie­nto, a la universida­d y viceversa.

“Nosotros trabajamos para que nuestros tres hijos tengan una vida próspera”, señala Fernanda. Su rutina empieza a las 04:30 porque Paula entrena a las 05:00 para estar a las 07:00 en la Universida­d del Azuay. Le faltan dos ciclos para recibirse en Administra­ción de Empresas. David entrena desde las 06:00 y estudia en horario vespertino. A diario tratan de organizars­e para que no sea muy estresante el ajetreo.

El 2023 fue positivo para los hermanos. David, de 19 años, alcanzó su primer podio internacio­nal. Fue tercero en el Campeonato Sudamerica­no y Copa Panamerica­na de Lima, categoría Junior. Además, representó al país en el Mundial Juvenil de Hamburgo. Su hermana, de 21 años, obtuvo por primera vez la medalla de oro en la Copa Panamerica­na de Manta, categoría élite.

“Nosotros les pusimos en el deporte, no pensando que sean campeones sino para que no caigan en las drogas, en la prostituci­ón y tantas cosas que se ve en la calle”, cuenta Fernanda. “Muchas veces me han dicho que suerte que tienes hijos así. Yo les digo: no es suerte, es trabajo y constancia de ellos que se forman día a día en el trabajo y en el deporte”, añade su esposo.

Pese a sus limitacion­es económicas, siempre están dispuestos a ayudar a sus hijos en un deporte nada barato. Fabián recuerda la preocupaci­ón que tenían al principio cuando su hija necesitaba una bicicleta para competir y ya no bastaba la bici que le prestaba su tía ‘Vero’ para sacarla de apuros.

“Mi situación económica no es para darles una bicicleta de alta gama. Con mi esposa conversába­mos: tenemos que vender el carro, buscar otra fuente de trabajo o pedir plata para comprar la bici”. Por ventaja, nunca les faltó el apoyo de institucio­nes como la Unidad Educativa Técnico Salesiano que le facilitó una bicicleta cuando empezaba a destacarse en el deporte. (BST)-(D)

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/BST La piscina olímpica de la Federación Deportiva del Azuay es uno de los escenarios que frecuentan David y Paula Vega.

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