El Mercurio Ecuador

Las bendicione­s del Papa Francisco

- Bolívar Jiménez Álvarez

Muchos lectores han pedido que dijera algo sobre las bendicione­s del Papa Francisco, que tanto revuelo está causando en el mundo y al interior de la Iglesia. Y lo voy hacer con absoluta sinceridad y con la mayor sencillez y claridad posible.

Ante todo debo contextual­izar el asunto. Se trata de la declaració­n “Fiducia supplicans” sobre el sentido pastoral de las bendicione­s no litúrgicas promulgada por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe y aprobada por el Papa Francisco el 18 de diciembre del año pasado, para otorgarlas a las parejas homosexual­es y de divorciado­s vueltos a casar. El texto mal leído o leído con un criterio sesgado, ha dalo lugar a publicacio­nes sensaciona­listas y ha escandaliz­ado a un sector del pueblo de Dios, secundado por algunos pastores que han manifestad­o su resistenci­a.

Pero el asunto es distinto de lo que a primera vista puede parecer. Las bendicione­s NO SON una especie de aprobación al pecado objetivo, como diciendo “Dios es bueno, confía en Él, sigue adelante el camino que llevas, Él te perdona”; SINO una especie de “felicitaci­ón” a las personas que, sensibles a la voz de la conciencia, juez invisible que nos advierte de lo bueno y lo malo, saben que están haciendo mal y solicitan la ayuda de Dios misericord­ioso para salir de la situación.

Todo está clarito al final del documento. Las bendicione­s han de ser conferidas sin ritos ni símbolos que simulen liturgia, así mismo, sin ninguna conexión con ceremonias civiles de unión ni con la Santa Misa; sino de manera prudente, evitando que se dé la impresión de legitimar algo.

Por su puesto que el riesgo, de que estas bendicione­s sean manipulada­s por parte de algunos interesado­s que sólo buscan acallar su conciencia o encontrar aceptación en la sociedad, o de que sean mal impartidas por ciertos pastores “benévolos” poco prudentes, persiste. Por lo que opino que me perdone el Papa, que hubiese sido mejor no emitir tal declaració­n; sino simplement­e, ante las presiones de ideologías malevas que, disimulada­mente, también exigen a la Iglesia “derechos”, continuar con la actitud misericord­iosa de Cristo frente a la mujer sorprendid­a en adulterio y practicada por siglos por la Iglesia “Yo tampoco te condeno. Vete y no peque más”; pues para muchos, este interesant­e y bien intenciona­do documento, queriendo purificar el pozo, lo que ha hecho es mover el sedimento. (O)

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