La situación de Glas
La situación de Jorge Glas se torna embarazosa, increíble además por haber sido uno de los “hombres fuertes” del Gobierno de Rafael Correa, y, por lo tanto, de creerse intocable. Fue procesado y sentenciado dos veces por corrupción. Ha pagado una parte de las condenas impuestas, pero sin reparar un sólo dólar al Estado tal como lo dispusieron los jueces en sus sentencias.
Contra todo pronóstico, el juez de la Corte Nacional de Justicia, Luis Rivera, dio paso a la petición de Fiscalía y dictó orden de prisión preventiva contra Glas, Carlos Bernal, exsecretario de la Reconstrucción, y Pablo Ortiz, exgerente de Ecuador Estratégico.
El proceso se relaciona al caso Reconstrucción de Manabí, para cuyo efecto se creó un Comité liderado por Glas y secundado por los otros dos.
Según Fiscalía, se habría cometido peculado al priorizar obras no determinadas para reconstruir esa provincia, devastada por el terremoto en 2016; igual por haber direccionado contratos a favor de la familia de Bernal, entre otros “desvíos” para bien de terceras personas naturales y jurídicas.
Intuyendo este desenlace, Glas fue a la Embajada de México en Ecuador en calidad de huésped. Luego oficializó su petición de asilo.
La estrategia de los defensores del exvicepresidente, inclusive una de tinte política en la Asamblea o la de recusar a Rivera, encaminada revocar la convocatoria a la audiencia de formulación de cargos, no surtió efecto.
En consecuencia, Glas y Bernal deben ser ubicados por la Policía, aunque el segundo reside en Miami, pero se pidió a Interpol localizarlo. Pablo Ortiz está obligado a presentarse periódicamente ante la CNJ y no podrá salir del país.
Resta conocer la reacción de la Embajada mexicana. Se trata de una situación incómoda por decir lo menos, mucho más si su “huésped” debe ser capturado.
El asilo, pedido por creerse un perseguido político, no aplica para encubrir la corrupción, ni entorpecer la aplicación de la justicia.
“Avioncito de papel no te detengas,
En el mar has de volar, un niño observa, Insolente ardor, bravo tu valor,
Inocente amor que te mira, que te mira Al volar.”
Con estas letras cierra una tierna escena de una de las más bellas películas francesas “Les Choristes.” La misma, se basa en una película de 1945, época de crisis mundiales, en la que fue común tener institutos de reinserción para niños y jóvenes, o los llamados “correccionales,” a donde asistían chicos que perdieron a sus padres, víctimas de guerra, pobreza, y otras tantas situaciones de vulnerabilidad. “La Jaula de los Ruiseñores,” es el título de esa película. Sin embargo, en el año 2004, Los Coristas o Los Chicos del Coro, comparte el guion primero de René Wheeler y Georges Chaperot, manteniendo el eje de transmitir una realidad que existió en la forma de educación de ese entonces, pero lleva a la vanguardia la producción musical para empatar con un ambiente más actual. Esta música fue escrita por Bruno Coulais y la película, dirigida por Christophe Barratier, quien brindaría el -nuevo- guion.
El séptimo arte, al igual que todas las expresiones artísticas, muestran una realidad social o personal. Y eso es lo que ocurre en esta y en otras películas. Uno vuelve a las sensaciones de la niñez y la adolescencia. En alguna entrevista, el director Barratier decía, como muchos otros cineastas, que tomaron su profesión por la belleza, la alegría, la nostalgia o quizá hasta el miedo, que sintieron al mirar una escena que los marcó desde su infancia.
Es así, las personas inconscientemente tenemos un gusto especial hacia un tema, una acción, un deporte o un arte, que nació en un momento inesperado y para nada pensado. Con el paso de los años lo reconocemos como necesario y como parte de nuestra esencia. Muchas y muchos profesores, jamás podrán saber la huella que imprimieron en nosotros. Volamos entre la literatura, el arte, la historia, la filosofía. Nos brindaron las herramientas para razonar, para “poner en común” las ideas, pero más allá de todo esto, nos hicieron más humanos.
En esta película pasa igual, un maestro cree en sus alumnos, y desarrollará en ellos un amor por la música que les permite desplegar tantas bondades y virtudes. Hay adopción, educación, un aporte a la sociedad hacia ser y hacer un mundo mejor. (O)