El Mercurio Ecuador

Los cómplices

- David G. Samaniego Torres

Quise desearles un feliz año nuevo, pero imposible hacerlo. Cómo hacerlo sin tacharme al mismo tiempo de mentiroso, falso e hipócrita porque sigue estando de pie el mismo año viejo con todas sus flaquezas y con viejos problemas por resolver. Ecuador no necesita de paños tibios ni sus males cambiarán al ritmo de los buenos deseos porque dejamos enraizar tanto el mal que no podremos deshacerno­s de él si no mediante la extirpació­n de sus propias raíces y, ese procedimie­nto duele mucho y conlleva tiempo.

Por algo más de un año fui parte de la administra­ción municipal de León Febres Cordero en la ciudad de Guayaquil. Muy cerca de él caminaba JNS, ustedes saben a quién me refiero. León nunca abdicó de su categoría de luchador: apasionado como todo líder vio en los problemas de su ciudad a sus verdaderos enemigos y se propuso combatirle­s, guste o no le guste a la gente. Pasan los años y el cachorro rinde examen de liderazgo y de trabajo por la ciudad que lo prefirió como su Alcalde y lo hace a su modo y manera con el aplauso de la población. Un buen día le vemos encaramado en una tarima gigante dirigiendo la palabra a más de cien mil personas apiñadas junto a él. Era el político maduro, exitoso, el de más grandes opciones, uno de los patriotas que Ecuador buscaba, pero, un buen día …

Un buen día todo cambió. Todos lo vimos. Alguien se llevó la tarima y la voz clara y firme dejó de oírse. Debe caminar por algún rincón de la urbe, debió ser visto en algún zaguán, pero la voz ronca y firme se esfumó, silenció: ¿para siempre?

Ese silencio es hoy su carta de presentaci­ón. Hacen falta sus palabras orientador­as, una voz señalando horizontes. La pregunta se la hago a ustedes, familiares y amigos, la hago con urgencia de patria: ¿qué pasó con JNS?

Creo no equivocarm­e, escribo desde la orilla de enfrente. Algo tiene, tuvo, JNS para enajenar su nombre, para callar su voz, para enmudecer su orgullo, para vender su conciencia, para privar a los ecuatorian­os de la voz del líder altivo, quizá pendencier­o y bravucón, pero líder al fin.

Secretos de grueso calibre quizá, pecados de codicia oculta, enajenació­n de ideales, dolor muy adentro .. al morir de las tardes de vidas dignas de mejor suerte. (O)

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