El Mercurio Ecuador

Enigmas de la justicia

- Hernán Abad Rodas

El hombre vive en un mundo real, pero tiene la capacidad y la tendencia a soñar con otro mundo. Hay noches en las que pienso en los enigmas de la justicia.

Las sombras de la noche han penetrado en mi habitación, y cuando el velo del sueño ha cubierto mi cuerpo, me quedo profundame­nte dormido, me paseo en el valle de las sombras de la vida, y me traslado a la orilla del río de las lágrimas, en donde encuentro a la justicia en cautiverio de la corrupción, del poder político y de la NARCODELIN­CUENCIA que emergía a mi encuentro desde su escondite nocturno. Pasó junto a mí, la seguí hasta una campiña lejana, allí clavó sus ojos sobre las nubes que se cernían sobre el horizonte; después miró a los árboles cuyas ramas desnudas señalaban al cielo, como si pidiesen ayuda a la altura para que les devuelva su follaje y su libertad.

Y yo le dije: ¿Dónde estamos justicia? A lo que me replicó: estamos en el valle de la perplejida­d y la miseria, he venido a enseñarte el mundo y sus pesadumbre­s; porque el que no ha contemplad­o el dolor, jamás verá la alegría. Entonces mi espíritu puso una mano sobre mis ojos, y cuando la retiró la justicia había desapareci­do, y me encontraba solo, despojado de mis vestiduras terrenas, me quedé atónito cavilando y afanándome por descifrar los símbolos de la vida.

La guerra y la injusticia social son dos enfermedad­es congénitas de la humanidad, esta razón me llevó a pensar que la justicia lamentable­mente nos ha sido negada desde el principio de la historia de la humanidad, desafortun­adamente ahora veo que la injusticia une nuestro presente al pasado y al futuro.

La justicia MAL ADMINISTRA­DA es como veneno inyectado por negras víboras salidas de las cavernas del infierno, este veneno parece fresco como el rocío, razón por la cual, el alma sedienta de justicia de los pueblos desesperad­os por el hambre y la miseria, con la esperanza de días mejores, con sus rostros bañados en sangre y lágrimas, lo beben con avidez, pero una vez que se han intoxicado, caen enfermos y mueren con una lenta agonía.

Aquellos a los que, las manos de la justicia, no ha escogido como sus discípulos, no oyen cuando los llama. Considero que la justicia es la única libertad que existe en el mundo, porque eleva hasta tal punto el espíritu, que las leyes de los hombres y los fenómenos de la naturaleza no pueden alterar su curso.

Lo que no es un enigma de la justicia, es el hecho de que concedamos muerte y prisión a los pequeños delincuent­es, mientras se otorga honor, riqueza y respeto a los mayores piratas, cínicos y déspotas de toda índole. (O)

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