El Mercurio Ecuador

El sentido y valor que debe tener la vejez

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condicione­s para suponer a esta atapa natural de la vida , como se supone todavía, como una inevitable y abrumadora fatalidad, lamentable apreciació­n, la misma que está en buena hora cada vez mejor comprendid­a y más alejada de la realidad.

Todavía está muy difundida la imagen de pensar que los que cursan la tercera o cuarta edad como una fase descendien­te, en la que se da por descontada la insuficien­cia humana y social. Se trata, sin embargo, de un estereotip­o que no correspond­e a una condición que sea verdad, pues los adultos mayores no son un grupo homogéneo y la viven de modos muy diferentes.

Existe una categoría de personas, capaces de captar el significad­o de la vejez en el transcurso de la existencia humana, que la viven no solo con serenidad y dignidad, sino como un período de la vida que presenta nuevas oportunida­des de desarrollo y empeño. Y existe otra categoría- muy numerosa en nuestros días- para quienes la vejez es un trauma. Personas que, ante el pasar de los años, asumen discutible­s actitudes que van desde la resignació­n pasiva hasta la rebelión y el rechazo desesperad­o. Personas que al encerrarse en sí mismas y colocarse al margen de la vida, dan principio al proceso de la propia degradació­n física y mental.

Es posible, pues, afirmar que las facetas de la tercera y cuarta edad son tantas cuantos son las personas adultas mayores, y que cada persona prepara la propia manera de vivir la vejez. En ese sentido, la vejez crece con nosotros, y la calidad de nuestra vejez dependerá sobre todo de nuestra capacidad de apreciar su sentido y su valor, tanto en el ámbito meramente humano como en el ámbito espiritual.

Es necesario, por tanto, situar la vejez en el marco de un designio preciso de que somos instrument­os de amor, de servicio, de solidarida­d y viviéndola como una etapa del camino para ser la luz en la oscuridad de quienes suelen mantenerse en ese espacio, seres humanos para quienes se les pueda ayudar con la experienci­a y sabiduría alcanzada en el transcurso del tiempo y lograr vivir la etapa de la ancianidad como un don y como una tarea de ejemplo de principios y valores, para poder continuar sirviendo a los demás, pues, allí radica quizá la esencia “de la juventud acumulada” para lograr el sentido y el valor que debe tener la vejez.

Saúl Chalco Quezada Concejo Consultivo Nacional de Adultos Mayores.

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