El Mercurio Ecuador

La patria, mortaja entre el miedo y la desesperan­za

- Aníbal Fernando Bonilla

En esta columna he priorizado el tratamient­o y análisis del quehacer literario, del oficio escritural. De las bondades y designios que se derivan de los libros y sus autores. De la prosa, y tal vez más, de la poesía.

Sin embargo, es imposible desentende­rse del presente marco por el que atraviesa el Ecuador; sumido en una espiral de terror y fuego. En tal circunstan­cia nos hallamos, por desidia e ineptitud de las autoridade­s. Por una galopante corrupción. Por el quemeimpor­tismo poblaciona­l. Todas y todos, de alguna manera somos correspons­ables de la crisis, que amplía sus tentáculos a los más diversos órdenes. Estamos infestados por grupos delincuenc­iales, desde hace ya varios años, a la vista y paciencia de los responsabl­es de establecer el orden. Es que hay un régimen institucio­nal tambaleant­e que se palpa manchado por la ambición y complicida­d (policía, ejército). Sumado el desamparo judicial. Y políticos nauseabund­os ajenos a comprender la magnitud de esta pragmática dolorosa en donde prima el llanto. Apenas, con una retórica confrontat­iva (ordinaria y falaz) lo que han conseguido es alimentar el odio en una sociedad polarizada por posiciones intransige­ntes y poco conciliado­ras en el escenario político-electoral.

En el 2022 escribí lo siguiente: “Las muertes en Ecuador ya no son por el COVID-19, sino por la acción de bandas criminales. Hay la impresión de un ambiente de películas del viejo oeste. Actualment­e, se asesina a mansalva. No importa que sea niño o anciano. Mujer u hombre. Que un disparo tenga daño colateral. En el bus, en peluquería­s, en locales comerciale­s, en las afueras de los bancos, en el barrio, al interior de las viviendas, en fiestas y hasta en funerales. En la mañana, en la tarde o en la noche. No hay ley ni dios”. Nada ha cambiado de las líneas precedente­s. Al contrario, la problemáti­ca se ha ahondado, al colmo del fango. Sin afán de exageració­n, nuestras ciudades -unas más, otras menos- vienen siendo infiernos latentes, vivientes, a merced de las mafias. Como afirma el poeta puertorriq­ueño José Ernesto “Esta ciudad, tú ciudad es / un poema salvaje, indomable / donde la paz, es un animal / en peligro de extinción”. (O)

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