HUBO DISTINTOS
Picos de evolución. Las inversiones públicas y privadas llevaron a que la ciudad se convierta en un espacio único de Ecuador.
Solo los cuencanos saben cuánto ha costado levantar la ciudad. Sin apoyos considerables y “rogando” a las autoridades de turno desde el siglo XX, la población, que ha sido ajena a las grandes inversiones de las ciudades centralistas, ha levantado por sus propios medios a Cuenca.
Para comprobar esa premisa basta revisar las páginas de diario El Mercurio. Este medio de comunicación, desde su fundación en 1924, ha recogido las solicitudes, los trabajos, las deudas que se han tenido que contraer para estar en la ciudad que vemos hoy en día.
Una de las primeras demandas que recogió El Mercurio fue la llegada del ferrocarril a Cuenca desde Sibambe. En 1925, como para presionar y ver si tan ansiada obra, que había sido decretada en 1915, llegaba a hacerse realidad, en las páginas de este diario se había solicitado seis propuestas de contratos.
Desde provisión de material fijo, hasta estudios de localización y planos de la ruta Tambo-Cuenca, se llegaron a solicitar. Y sin embargo, los cuencanos no verían llegar el tren sino hasta 1965.
Mientras se publicaban la solicitud de contratos día a día, en ese mismo año, en 1925, en cambio, el Banco del Azuay, que doce años atrás había sido fundado, presentaba en El Mercurio una ilustración de lo que sería su nuevo edificio en las calles Bolívar y General Torres
Lo que no sabían aquellos que estaba detrás de la construcción era que la infraestructura se convertiría muchos años después en el despacho de los alcaldes.
Aquella obra majestuosa, fotografiada por propios y extraños, cuya inauguración fue el 24 de mayo de 1924, fue parte de las construcciones lujosas que cambiarían el aspecto de lo que hoy conocemos como Centro Histórico.
En medio de todo eso, entre el ferrocarril, la construcción de las casas (hoy patrimoniales) y el crecimiento lento de lo que todavía no era una ciudad, en el centro de Cuenca se levantaba, despacito, la Catedral de la Inmaculada Concepción, quizá la obra más insigne de todas las obras hechas en la ciudad.
En El Mercurio, después de los años cincuenta, y con la llegada de la cámara y de las nuevas tecnologías para imprimir, la Catedral Nueva se vería reflejada docenas de veces en las páginas del periódico.
Pero antes de que se viera por todos lados la estructura insigne de Cuenca, el 3 de noviembre de 1945 se inauguró el estadio de la ciudad. El espacio sería reformado para dar paso al Alejandro Serrano Aguilar el 23 de mayo de 1971.
Cambios
No sería hasta los años 70 que la ciudad empezaría a tener grandes obras públicas para su época. En 1971, el Cuerpo Edilicio terminó por elaborar las normas legales para el desarrollo urbano de la ciudad.
Las normas y la inversión pública dieron paso a la ampliación de la plata de tratamiento de aguas residuales, la canalización en barrios que no tenían alcantarillado, a un programa de veredas en las vías, entre estas, la Solano y la Héroes de Verdeloma.
Por otro lado, en 1973, en las páginas de El Mercurio se presentaba la maqueta de lo que sería el Coliseo Mayor de Deportes. En ese mismo año, el Teatro Nueve de Octubre tomaba forma.
Hacia El Vergel, en cambio, se veía la pavimentación de la avenida Huayna Cápac y el impulso de poner en funcionamiento el Hospital Regional Docente.
Mientras que, la Municipalidad estaba por concluir un paseo que conectaba el Centenario y El Vado. La ciudad, cada vez tomaba la forma de como la vemos hoy en día. (AWM)-(I)