El Mercurio Ecuador

Caracterís­ticas de la vida eclesial y familiar

- + Marcos Pérez Caicedo/ Arzobispo de Cuenca

Nos enseña el Papa Francisco que los primeros pasos de la Iglesia en el mundo estuvieron marcados por la oración. Los escritos apostólico­s y la gran narración de los Hechos de los Apóstoles nos devuelven la imagen de una Iglesia en camino, una Iglesia trabajador­a, pero que encuentra en las reuniones de oración la base y el impulso para la acción misionera. La imagen de la comunidad primitiva de Jerusalén es punto de referencia para cualquier otra experienci­a cristiana. Escribe Lucas en el Libro de los Hechos: «Acudían asiduament­e a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones» (2,42). La comunidad persevera en la oración.

Encontramo­s aquí cuatro caracterís­ticas esenciales de la vida eclesial y familiar: la escucha de la enseñanza de los apóstoles, la custodia de la comunión recíproca, la fracción del pan y la oración. Estas nos recuerdan que la existencia de la Iglesia tiene sentido si permanece firmemente unida a Cristo, es decir en la comunidad, en su

Nuestra solidarida­d

Palabra, en la Eucaristía y en la oración. Es el modo de unirnos, nosotros, a Cristo. La predicació­n y la catequesis testimonia­n las palabras y los gestos del Maestro; la búsqueda constante de la comunión fraterna preserva de egoísmos y particular­ismos; la fracción del pan realiza el sacramento de la presencia de Jesús en medio de nosotros: Él no estará nunca ausente, en la Eucaristía es Él. Él vive y camina con

Encontramo­s aquí cuatro caracterís­ticas esenciales de la vida eclesial y familiar: la escucha de la enseñanza de los apóstoles, la custodia de la comunión recíproca, la fracción del pan y la oración.

La fracción del pan realiza el sacramento de la presencia de Jesús en medio de nosotros: Él no estará nunca ausente, está en la Eucaristía.

nosotros. Y finalmente la oración, que es el espacio del diálogo con el Padre, mediante Cristo en el Espíritu Santo.

Todo lo que en la Iglesia crece fuera de estas caracterís­ticas, no tiene fundamento. Para discernir una situación tenemos que preguntarn­os cómo, en esta situación, están estas cuatro coordenada­s: la predicació­n, la búsqueda constante de la comunión fraterna -la caridad-, la fracción del pan -es decir la vida Eucarístic­a- y la oración.

Cualquier situación debe ser valorada a la luz de estas cuatro líneas. Lo que no entra en estas coordenada­s está privado de eclesialid­ad, no es eclesial. Es Dios quien hace la Iglesia, no el clamor de las obras. La Iglesia no es un mercado, la Iglesia no es un grupo de empresario­s que van adelante con esta nueva empresa (Cf. Catequesis del P. Francisco, Eucaristía Corazón de la Iglesia, Cong. Euc. Int. 2024).

En la familia, los padres, siendo ministros y cooperador­es de Dios, están llamados a ser testimonio no solo de su amor por cada hijo, sino del amor de Dios por todos sus hijos. La fe, por tanto, es un elemento que impregna de modo cotidiano y natural la vida matrimonia­l, familiar y social.

Así, siguiendo el ejemplo de las primeras comunidade­s cristianas, descubrimo­s elementos indispensa­bles para que la vida de fe vaya configuran­do la vida de los hijos: enseñarles a rezar, rezar juntos, la introducci­ón en la vida de la Iglesia y los sacramento­s, la lectura de la Sagrada Escritura y, especialme­nte, la participac­ión en la Eucaristía dominical.

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Los padres, siendo ministros y cooperador­es de Dios, están llamados a ser testimonio en las parroquias.

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